miércoles, 30 de septiembre de 2009

El reino de las sombras (sobre las hijas de Zapatero)

Voy a tratar de analizar lo más fríamente que puedo este asunto. Voy a tratar de abrir la realidad y de cauterizarla en un único tajo. Tengo un par de lectores que me siguen con lupa y que están esperando cualquier pretexto para decir que me politizo más de la cuenta o que soy un cenizo. No es así. Entiéndanme, mi equipo bajó a segunda el año pasado y lo llevo lo mejor que puedo. Además, y por más que lo entiendo, no termino de creerme que sea verdad eso de que la crisis es una coyuntura coyuntural global. Me asusta un poco eso de la subida de los impuestos y el cáncer de próstata. Además, estoy a dieta, y eso le agria el carácter a cualquiera. ¡Tengo motivos para estar amargado! Con todo y con eso, lo voy a intentar. Voy a intentar ser lo más frío que pueda.


Datos objetivos: El Presidente del Gobierno lleva a sus hijas, en un viaje de estado, a Estados Unidos. Nuestros impuestos pagan ese desplazamiento. La cultura norteamericana da una importancia capital al peso familiar en la célula máxima de Gobierno. Donde fueras haz lo que vieres. La primera dama (¿o el primer damo?) cumplen un rol clave que se ve apuntalado por la figura de los hijos. Por tanto, la exposición de los hijos es socialmente lógica y consabida. Por tanto, es normal que nuestro funcionario máximo acuda con su familia al encuentro con el líder norteamericano. También es lógico que exponga, por tanto, al peso mediático a toda su familia. No ha de suponer un problema que estas sean menores de edad. Al fin y al cabo, cuentan con el consentimiento paterno. Nadie debe cuestionar el buen juicio y la atención como padre de una persona capacitada para dirigir un país. Hasta aquí, todo parece nocional y nacionalmente cerrado.


Una comparecencia pública requiere de un atuendo adecuado. Nuestros dirigentes nos representan. Nuestros dirigentes deberían adecuarse a cierto canon estético propio del país al que abanderan. No obstante, si tu padre es el presidente de todos tus españoles eso no debería coaccionar tu forma de pensar ni de vestir. Al fin y al cabo, todo adolescente ha de tener cierto margen de expansión para tomar sus propias decisiones, acertadas o no. Imagino que todo padre desearía, aún así, que sus hijos, de cara a la opinión pública, presenten la mejor cara posible. No parece posible que Zapatero y que Sonsoles estimen que la estética de sus hijas es la más adecuada. Al fin y al cabo, si ellos estuvieran de acuerdo con la forma de expresión gótica, comulgarían de ella (y nuestro presidente siempre vestiría de negro). Por tanto, es probable que ellos desearan que sus hijas, al menos en esa ocasión tan señalada, vistieran de otro modo más acorde a los usos y a las costumbres españolas. Al fin y al cabo, el movimiento gótico (cito) estipula que “el color ha de estar ausente, pues el mundo se ha convertido en un foco de dolor carente de esperanza. No hay signos para el optimismo”. El discurso político de Rodríguez Zapatero no es ese, sino el opuesto. La imagen que transmitieron, por tanto, sus hijas, no es acorde a su mensaje de fondo. Parece lógico estimar que no le convenía que ellas (durante ese día) vistieran de ese modo. Habría que considerar que el votante socialista muestra, en líneas generales, una visión abierta ante la vida. Tal vez, incluso, en ciertos colectivos la imagen mostrada pudiera beneficiara los intereses del partido socialista. Pero no lo creo. Si el atuendo respondiera a un efecto previamente buscado, ¿por qué se ha dificultado el acceso de la opinión pública a dicha instantánea? Todo parece indicar, por tanto, que ni Rodríguez Zapatero ni su mujer consideraban adecuada la forma de vestir de sus hijas para ese día. Nudo nocional cerrado.


Tras exponer de forma objetiva todo esto… ¿Me puede alguien explicar cómo demonios se pretende que eduquemos a los hijos de la gente si ni siquiera el Presidente del Gobierno es capaz de conseguir que sus hijas se pongan una camiseta de cuadritos en un día tan señalado como es la primera visita a la casa de Obama? ¿Qué le digo yo al padre que sistemáticamente da la razón a sus vástagos, a todos esos padres que ceden sistemáticamente ante ellos… si el responsable máximo de este país también lo hace?

jueves, 24 de septiembre de 2009

Andrea y el pollo

Leo en todas partes que ahora mismo “Belén Esteban da audiencia”. Miles de horas de programación propia, películas y cortometrajes carísimos, un partido de fútbol o abuelas entrevistadas por un presentador gracioso, no igualan el tirón mediático de la ex de un torero. Yo, que como funcionario tengo menos escrúpulos cada día, estoy también decidido a subirme a su carro de la compra. Por ello, esta mañana en clase no hacía más que darle vueltas a cómo relacionar mi línea editorial con dicho filón… y me he dado cuenta, en dicho proceso, de algo devastador: el Defensor del Menor está en contra de que Belén Esteban hable en el trabajo de su hija porque es menor de edad. Pues bien, he comprobado con espanto que todo nuestro trabajo consiste, a todas horas, en hablar de menores. Somos incapaces de pasar más de veinte minutos en el trabajo sin hacerlo. Me atrevería a decir que no tenemos ningún otro tema de conversación específico que no sea hablar de menores. Comentamos sus aptitudes y actitudes, sus circunstancias personales, sus físicos, sus relaciones sentimentales; repasamos vivencias y características de todo tipo: qué comen y cuánto duermen. En las últimas doce horas ardo tan sugestionado que, cada vez que suena el móvil, sopeso que uno de los interlocutores posibles es ese hombre tan agradable que pretende quitarme la custodia de mis tutorizados. ¿Qué será de mí si se los llevan?

Vale, lo admito, les vacilaba. No me quita el sueño que, por hablar de ellos en el trabajo, me desaparezcan de la vida los alumnos. Al fin y al cabo, y aunque mis alumnos son como hijos, estoy acostumbrado a que las promociones se precipiten (últimamente, se despeñan) al mundo laboral: estoy preparado para dejar de verlos de golpe. Imagino que el rapto sería, ni más ni menos, agilizar el proceso, por tanto. Eso sí, y ya que van a llevárselos, por culpa nuestra, como siempre y por supuesto, me gustaría que alguien me explicara antes por qué pasan tantos meses sin que nadie se acuerde de los alumnos absentistas de catorce años, por qué tantos estudiantes no disponen de medidas higiénicas suficientes, por qué las autoridades consienten que alumnos que no hablan ni una sola palabra de español sean penetrados de cuajo en nuestro sistema, sin adaptación previa, sin profesionales preparados para recibirlos… Me pregunto, como todo aquello que me indigna, por qué tiene tanta importancia hablar de una hija, de la que sabemos que toma pollo y que no siempre es visitada por su padre, habiendo tantos niños que no son alimentados correctamente, cuyos padres tienen sus condiciones mentales alteradas, o están en la cárcel, o ejercen la prostitución, sin ayuda alguna, ni para prostituirse ni para dejar de prostituirse. Me pregunto por qué en los últimos años solo he visto una vez la cara de alguien de Asuntos Sociales y su venida fue para llevarse a uno de nuestros alumnos, arrebatándole la custodia a su padre, sin prospección alguna. Decidieron que aquel hombre, que acudía todos los días a las dos y media a recoger a su hijo, dejaría de ser padre, pues es más barato dar un puñetazo encima de la mesa que tender la mano. Nadie le enseñó a mejorar.

Desconozco si la fama es tan mala para los infantes como dicen. Desconozco si es tan trágico crecer rodeado de fotógrafos. No obstante, sigo pensando que es peor que tus padres no te hagan una sola foto que recibir demasiadas. Tampoco sé si es peor que tu padre sea conocido o que nadie conozca quién es tu padre. Lo que sí tengo claro es que es absurdo que los telediarios abran con noticias de este tipo, que el circo mediático focalice nuestros desvelos en ellas, con la cantidad de barbaridades que se ven a diario en nuestras aulas, con la cantidad de gente que sí lo pasa realmente mal. Me da cierto placer imaginar juntas de evaluación en las que no podamos hablar de los alumnos, por ser menores de edad, por encontrarnos en público y sin consentimiento materno, pero me aterra estar siquiera planteándomelo. Cuando las cosas no funcionan, cuando la economía no arranca, cuando el paro sube y crece el flato, hacen falta temas de conversación para que la calle se mantenga distraída. ¿Será eso? Que quede claro. La base de la manipulación no es la mentira, sino la selección de la información que ha de ser relevante.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Estic cansat (traducción al catalán)

Estic cansat de sentir dir als meus companys “Fulanet, a mi, em treballa”, però mai no em canso de batallar perquè Fulanet treballi, realment.
Estic cansat d’escoltar tothom dir que tenim massa vacances, i veure que després ells es desprenen dels seus fills i no els suporten. Això sí, no em canso de parlar amb els pares per aconseguir que estiguem junts en això, que busquem acords comuns, que provem fórmules noves per a motivar-los.

Estic cansat dels retrets de l’Administració, de les extorsions, de què ens manipulin, corrompent els nostres sindicats… No em canso de demanar als polítics que inverteixin més diner en futur, perquè fa falta, que baixin la ratio per així poder atendre millor els gitanos que no saben anglès, els immigrants que no saben espanyol, tots els nois que es perden en grups de trenta i escaig, confosos per la barreja de soroll i de droga.


Estic cansat de tenir por, de les agressions a docents, de què gravin amb el mòbil els seus actes d’indisciplina i de què no existeixi una manera eficaç de contrarrestar tant de mal.
Estic cansat de la Llei del Menor, del buit legal que produeix que tinguin les espatlles tan cobertes… però no em canso de lluitar pels drets dels nois a qui els seus pares maltracten quan tracten d’evitar que les seves mares derramin més sang. No em cansa el meu treball, em cansa no poder treballar. No em cansa portar els nois d’excursió, em cansen els retrets dels pares si algú es trenca una ungla. No em cansa cuidar-los, em cansen l’atenció excessiva, l’excés de zel: ser el dolent em cansa, perquè tracto de ser el millor de mi mateix i el millor per a ells.

Estic cansat de les crítiques per estar cansat. “Si estàs cansat, deixa-ho”, em diuen. Si estic cansat, alguna cosa falla.

Estic cansat de què ningú comprengui que si ens cansem és perquè necessitem ajuda… i no un cessament. Necessitem que algú ens cuidi una mica, tenir al nostre abast els mitjans que calen per seguir tirant endavant noves generacions, pau i vida.


Estic cansat d’extemporànies comissions de servei i, en canvi, de veure a gent que es juga la vida, per no tenir a mà els especialistes que les seves malalties requereixin, que hi hagi tant endoll per alguns, tant tracte desigual. La porta d’entrada no és democràtica.
Estic cansat dels pares rics, però no dels nens pobres.
Estic cansat del menyspreu generalitzat que sent la gent pel nostre treball, de què se sentin amb dret a tot, legitimats per a insultar-te, reprendre’t, explicar-te com es fa una classe... No em cansen els retrets, em cansa haver d’escoltar a tots aquells que em retreuen coses que són impossibles de solucionar.

No em cansa lluitar, estic cansat de lluitar contra els que no saben per què lluiten. No estic cansat d’educar, però sí de ser l’únic que educa. No em cansa donar classes, em cansa que la gent se’n vagi plorant de classe i que això es consideri un problema d’ells, del que plora, del que perd la paciència, la seva vocació, la seva gola i la seva vida.


Estic cansat de cridar, però no d’explicar. Em cansen els nois que no senten, ni escolten, no aquells que no comprenen. No estic cansat de realitzar el meu treball, estic cansat de fer tot el que no hauria de ser el meu treball: cursos inservibles, tasques de policia i política, fontaneria en els ordinadors obsolets i, si cal, quart i mig de psiquiatra, comerciant i rellotger. No em cansa tirar endavant el temari, però sí posar-lo per escrit tantes vegades.

Estic cansat de les programacions, dels informes, de tanta burocràcia. Em cansa la palmada que no arriba, que em recordin que “a l’Àfrica s’està pitjor”. Pel contrari, estimo el meu treball. Sí, estimo el meu treball. Però em desespera que les coses no siguin més fàcils, perquè si fossin més fàcils, podríem fer-ho tot millor. Em cansa que totes les setmanes hi hagi notícies dolentes i que, per desgràcia, mai no s’obrin els telenotícies amb alguna cosa bona. No em cansa construir un món millor. Però els funcionaris plorem perquè és millor sentir dolor que no sentir res. No perdo la fe. Però també perdo la fe.



PROFESOR CUYAMI
EL MUNDO d’Andalusia
26-6-2009

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Pandemia y pandemónium

“Pandemia” es, ni más ni menos, que una enfermedad que se propaga a través de muchos países. Hay un no sé qué en la citada palabra que me recuerda a “pandemónium”. “Pandemónium” es la capital imaginaria del reino infernal. “Pandemónium” es como decir “instituto”, pues es sinónimo también de lugar de confusión y de ruido extremo. Sí, eso es. ¡El juego de palabras no puede estar más a huevo! ¿Me permiten, por tanto, que a mi centro de este año lo bautice así? Desde este mismo instante trabajo en el IES Pandemónium. Y es curioso porque en el IES Pandemónium todo amenaza con convertirnos en el IES Pandemia. Lo crean o no, suena parecido, pero no es igual.

Arranca el curso y me acuerdo de la sangre de cordero sobre los dinteles de las puertas judías, para escapar así del ángel exterminador. ¿Acaso los ministros tendrán acceso a la vacuna? ¿Acaso el presidente del Gobierno no será pinchado? Se terminó la sangre y nosotros vamos a ser el cordero. La sangre no da para todos y ello hace que nos reste solo esperar a que los sicarios vengan a por nosotros. Estamos vendidos y pronto estaremos vencidos. Pronto llegarán el caos, los gritos, las fiebres de cuarenta con sus delirios incluidos. Lo primero que haré, cuando descubra que estoy infectado, será sonarme los mocos y mandarle un clínex-bomba, en una carta con membrete oficial, a los responsables de esta atrocidad. Me imagino a los cuatro o cinco inspectores y jefecillos abriendo la carta y descubriendo por de pronto, con el pañuelo usado entre sus dedos, que ya es demasiado tarde para tratar de escapar. ¡En toda la geodésica!

No pienso nombrarla. Eso sí, me apuesto un café con todos los lectores de Andalucía a que antes de enero les escribo una crónica febril. Como no la pesque, es cierto, me arruino. ¿Cuántos lectores tendré? ¿Cuántos cafés tendré que pagar si no me contagio? Es igual, me apuesto un café con todos ustedes. Y que conste que no cobramos tan bien los profesores (y más ahora que a los funcionarios nos van a congelar el sueldo), pero estoy tan seguro de que convivir con trescientos adolescentes en un cuartito cerrado me acarreará lo previsto que estoy dispuesto a jugarme mis emolumentos de varios meses. ¿Qué harían ustedes si estuviesen embarazadas? ¿Irían a trabajar poniendo en riesgo, más de lo habitual, su salud y la de sus proyectos? Si ustedes tuvieran cualquier tipo de enfermedad crónica, lo suficientemente soportable como para no ser pinchados, ¿se meterían en un aula de veinte metros cúbicos de aire? Después que nadie se nos queje si los vástagos ajenos se quedan solos, si hay epidemia de bajas. Que nadie se queje si nos plantamos, si caemos como moscas, si alargamos más las bajas de la cuenta. Lo que va a pasar se puede evitar. Va a ser caótico y católico. Cuando comencemos a faltar, será tarde. ¿Tan difícil es esperar a que lleguen las vacunas? ¿Tan duro es que la conciliación familiar se reconcilie también con las nociones más básicas de prevención en riesgos laborales?

Dar clases será más que nunca un infierno. Tú le pones un parte y el adolescente te tose en la cara y te deja en el dique seco una semana. Ya tengo en la cabeza la apocalíptica imagen de todos los chicos con sus mascarillas verdes frente a ti, en el aula. A ver quién es el guapo que descubre quién está hablando, en esas condiciones. Si escuchas un rumor y todos los labios están tapados… ¡esto se convertirá más que nunca en un enigma policial! También imagino el calorcito del plástico en las comisuras, mientras tratas de relatar cómo se descompone un polinomio. ¡El más difícil todavía se acerca! Entiendo que el personal sanitario esté por delante de todos nosotros, pero está un poco feo que ni siquiera nos hayan dado esperanzas de salir indemnes de esta. La solución de la Administración parece sencilla. Se nos pide que enfermemos escalonadamente y que lloremos poco.

El dragón y el combate

No recuerdo nada. ¿Golpearía mi cabeza con la mesita de noche, tal vez? Me he despertado jadeando. La camiseta del pijama está empapada en sudor y todavía me tiemblan las manos. No sé si fue por el calor propio del inicio de septiembre o si… No huelo a alcohol, no tengo pinchazos en los brazos. No recuerdo nada, ¡en serio! He tenido una pesadilla atroz, eso sí es seguro, que espero me aporte datos sobre mi vida. Tras eso, creí ver un destello incandescente y mi visión se quedó en blanco. Pasan los minutos y algunos datos sencillos atracan a/en mi mente (el nombre de mi madre, el modelo de mi coche, el nombre de mi equipo de Hattrick…). Pero no recuerdo a qué me dedico, por más que lo intento. Poco a poco recuerdo el nombre de mis amigos y de mis familiares, el mío propio; recuerdo cómo se llama cada uno de los personajes de la última novela de Juan José Millás e incluso me parece recordar que yo solía escribir para El Mundo. Eso sí, ¡no tengo ni idea de a qué me dedico! ¿Cuál era mi profesión antes de pegarme este porrazo en la cabeza? ¿Alguien puede ayudarme?

Cada año que pasa, y ya van cuatro, logro desconectar más y mejor de mi trabajo cuando llega el verano. Por desgracia, acabo de despertarme demasiado desorientado y dudo que esto tenga arreglo. El verano me ha pasado factura. Veo los restos de un vaso roto sobre el suelo y un viejo maletín que yace junto a la cama. En el sueño se arremolinaban muchos niños gritándome insultos, ¿sería militar? ¿Guardiacivil? Me miro en el espejo y descubro que no tengo pinta de haber portado un arma en toda mi vida. Mi condición física no da para pertenecer a los cuerpos de seguridad del Estado. En el sueño todos me hablaban de julio; en el sueño, los niños del sueño, de la llegada de julio me hablaban... ¡Julio! ¿Dónde quedó esa página? Me pongo de pie de golpe. En mi habitación, en una esquina, existe un calendario presidido por las iniciales “CEP”, que nada me dicen en este instante. Alguien la arrancó de mi calendario, la página de julio, y no me di cuenta ni siquiera, de que había pasado. ¿Y qué ocurrió con la de agosto? ¿Cómo se fue? ¿Dónde queda? No lo recuerdo. Me llevo la mano al pecho y siento que me falta el aire, respiro con dificultad.

Poco a poco me voy centrando en pequeñas certezas. Yo… hablaba en público. Alguna vez me echaban cuenta, pero tengo la sensación de que mis palabras se llevaban mal con los oídos de mis receptores. Recuerdo esa tensión, sí. Todos esos ojos frente a mí, restañando y esperando un fallo. ¿Combatí en el Vietnam? Yo vivía exiliado, a más de trescientos kilómetros de la dirección que aparece en mi DNI. Eso lo he descubierto porque tenía sobre la mesa muchas facturas de gasolina, junto a una serie de cuentas realizadas a lápiz. Mi letra parece pulcra y el lápiz estaba bien afilado cuando lo utilicé. ¿Sería un portaminas? Trato de buscarlo y hallo junto a él un trozo de tiza. ¿Qué persona normal guarda tiza en un cubilete de lápices? Voy atando cabos y me asusta darme cuenta de que las tizas están gastadas… ¡No, no puede ser! ¡Eso no! ¡No puedo ser profesor! Busco posibles interpretaciones alternativas y durante unos segundos me hace feliz imaginar que quizá tengo hijos, aunque no me acuerde de ellos. Es posible que les ayudara con la Lengua, puesto que tengo dentro de un cajón un libro de texto de tercero de la ESO. Me aterra un poco que los ejercicios están realizados en los márgenes con mi propia letra. Una de dos: o soy profesor o soy un padre que está malcriando a sus hijos. Cierro los ojos y deseo con todas mis fuerzas que la interpretación correcta sea la segunda.

Y, de pronto, ocurre. Caigo de rodillas sobre el suelo. Dejo caer, en un segundo momento, mi cuerpo hacia atrás y me veo tumbado totalmente sobre el piso del piso, mirando al techo, abrumado por todo aquello en lo que llevo dos meses sin pensar. Recuerdo mi vida, recuerdo la labor que tengo por delante, la responsabilidad, la dejadez de la Junta, los gritos y las inseguridades. Recuerdo mil y una historias, mil caras que dejé indicadas, el inicio del fin, el rugido feroz del Dragón, frente a una nueva apocalipsis. Era profesor. ¿Lo seguiré siendo?