miércoles, 28 de octubre de 2009

Ordenadores

No me gustan los plagios. Cuando consigo dormir, evitando con mi adarga la sombra ocre de mi inspector, se me presenta en sueños un alto cargo de la SGAE para destruir mis ansias de gratuidad, mi fe en una cultura que traspase barreras económicas y sociales. No me gustan los plagios porque, pese a las columnas que perpetro a veces, tengo espíritu de librepensador y me fastidiaría bastante que alguien se aprovechara de mi trabajo impunemente. Pese a todo, esta mañana me ha llegado un correo electrónico firmado por Mónica Escobar y quería darle difusión, como ella me pide, aunque no me gustan los plagios. Ya la invitaré a un café… si logra encontrarme, claro.


Presento una supuesta carta de una alumna de quinto de Primaria. Como sabrán ya, se ha destinado una importantísima partida de ordenadores para dicho nivel. Esta inversión no solo se ciñe a Andalucía, por supuesto, así que contamos una vigencia absoluta en demasiados lugares. Por desgracia, el lugar hipotético que se vislumbra en los panfletos publicitarios poco tiene que ver con demasiados hogares. Esta es la primera vez que extraigo un fragmento de Internet y me he impuesto de penitencia no volver a hacerlo en las próximas cien columnas que escriba… ¿Qué le hago si yo no hubiera sido capaz de escribirlo mejor que ella? ¡Que lo disfruten!


“Hola, me llamo Marta. La semana pasada nos trajeron un montón de ordenadores, para todos menos para el profesor. Nos pusimos muy contentos porque pensamos que también nos traerían una pizarra nueva, sillas nuevas, un telescopio, material nuevo de laboratorio y que nos arreglarían la calefacción. Pero no, sólo trajeron ordenadores. El primer día no hicimos nada con ellos porque nuestro profe no sabe informática. Dijo que ya miraría algo en casa, pero María (la empollona) le contestó que ella podía enseñarle, pues en su casa tiene un ordenador y sabe manejarlo. Todos nos reímos, pero el profe no.


El profe también dijo que eran para nosotros y que nos los podíamos llevar a casa. Yo cogí el mío y lo guardé en la mochila, pero a mi amiga Mati se le cayó y se le rompió todo (el profe le hizo una foto). A Luis se lo robaron unos gamberros mientras volvía a casa y a Santi se lo rompió Mateo, el niño que nos pega a todos. En clase los que más usan el ordenador son Toni y Andrés. Son dos niños un poco retrasados y que antes sólo molestaban. Ahora con el portátil les ponen una película de dibujos y están más callados.

Ayer nos explicaron cómo sacar información de Internet y nos mandaron deberes para buscar en casa. Mi papá, que ahora no trabaja, dice que no tenemos dinero para Internet, por eso no he podido hacer los deberes esta semana. A mi hermano mayor también le van a dar uno y él está muy contento pues dice que podrá colgar fotos y chatear con las chicas. También me ha dicho que, a partir de ahora, no tendrá que fijarse en las faltas de ortografía pues el ordenador las corrige automáticamente”.


Volvemos a lo de siempre. Este es el precio de realizar las inversiones sin contar con la opinión de los verdaderos especialistas. Volvemos a lo de siempre: las inversiones son desiguales y mientras que el despilfarro prosigue, nosotros hemos de manifestarnos para lograr que cubran todas las plazas vacantes. Volvemos a lo de siempre: implementan ciertos materiales, pero no se forma a los docentes para que aprendan a utilizarlos. Más aún: las reformas educativas pretenden arreglarle la vida a la gente, pero sin tener en cuenta sus verdaderas necesidades. Todo por el pueblo, pero sin el pueblo, vaya. Vivimos una especie de Ilustración, pero sin luces. Vivimos instalados en un nepotismo tosco en el que todo parece parcheado, sin criterio, sin vigencia. Casi todo carece de continuidad porque lo único que verdaderamente lava las caras, y siega los votos, es la rabiosa novedad.

jueves, 15 de octubre de 2009

PowerPoint de un lector

Hace unos meses un compañero de profesión creó una presentación interactiva con una de mis columnas. No lo conozco, pero admito que me hizo mucha ilusión que se tomara tantas molestias por un texto mío. Os cuelgo el enlace por si alguno desea verlo y/o conservarlo. Eso sí, quiero repetir algo que creo haber dicho ya alguna que otra vez. La columna "Los funcionarios no lloran", que ha tenido siempre mucha difusión, no refleja nada bien mi verdadero sentir frente a este trabajo. Fue el resultado de una mañana deplorable, de esas que hay tantas, tras la cual me encerré frente al ordenador totalmente desanimado y clavé mi frustración.

Creo que hay más motivos para la esperanza que para el desánimo. Sin embargo, también sé que esta columna refleja muy bien el sentir de muchos (de demasiados) y a ellos va dedicada. Lo mío fue un mal día, pero muchos viven encerrados en esa sensación de desánimo. Es también el mío, por supuesto, mi desánimo, aunque solo a veces; aunque solo sea una visión parcial de la experiencia docente.

http://d.yimg.com/kq/groups/16193386/59071323/name/LOS_PROFESORES_NO_LLORAN.PPS

martes, 13 de octubre de 2009

Y sin embargo se mueve

Me imagino a Galileo con la cabeza gacha tras el enorme chaparrón de críticas que le estaban cayendo encima. Se habían salido con la suya y él tendría que reconocer que el universo al completo giraba alrededor de nuestro Orbe. Pero… dejó su puntilla. Vosotros ganáis, pero no me habéis convencido. Haré lo que vosotros queráis, no me queda otra, pero no me habéis derrotado. Simplemente tengo que acatar, porque no queda otra, a pesar de lo cual voy a seguir pensando y haciendo lo que me salga del planisferio. Lo murmuró, sí, porque no quería convertirse en un pinchito. Lo murmuró, pero su murmullo resultó ser el grito más desgarrador que he leído jamás.

Me he acordado de esa frase al concluir una reunión que hemos tenido con nuestro Jefe de Estudios para abordar el trabajo en competencias. Para los profanos he decir que todas nuestras programaciones han de ir abandonando la estructura de objetivos-contenidos-evaluación para (re)estructurarse en torno a las competencias básicas, que son una especie de lista ambigua de cosas que estaría bien que nuestros alumnos hicieran mejor. La única pega de todo esto es que el objeto de dicha digresión metafísica no la comprenden salvo cuatro o cinco luminiscentes seres nacidos de las entrañas del dios de la Pedagogía. Las programaciones antiguas eran fáciles de llevar al plano real; las que incentivan el trabajo en competencias me recuerdan a los tirabuzones que hacen los chinos en las olimpiadas, antes de caer en la piscina. Me he permitido hacer una pequeña encuesta entre los diez o doce compañeros que había en la sala de profesores durante la hora del café y lo más destacable no es que ninguno haya sabido definir “competencia” con demasiada convicción. Lo verdaderamente chocante es que todos, sin excepción, terminaron su respuesta con la coletilla “¿es eso?”. De sobra sé que cuando un profesor concluye de ese modo una afirmación evidencia que tira de oficio porque no encuentra camino alguno más allá de la línea tangente.

“Me llamo Cuyami y no comprendo el trabajo en competencias”. Deberíamos organizar una quedada anónima donde no dé tanta vergüenza presentarnos y reconocer ese secreto a voces. Les juro que me he empollado la legislación y que he ido a cursos y seminarios de gente de esa luminiscente. A pesar de lo cual, o a pesar de ellos, saco la conclusión de que eso de “potenciar lo que el estudiante ya sabe, tratando de darle una enseñanza que desarrolle sus capacidades de forma eficaz y que no se ciña a la mera memorización de los contenidos”, lo escribió alguien que acababa de salir de un SPA y no de una clase. Pero yo ni en el pediluvio descubro la diferencia entre eso y lo que ya llevamos haciendo un número descarnado de años. No lo entiendo, en serio. Y tampoco veo a los todos esos maestros con los que bordeamos la cincuentena cambiando la metodología de cuajo y así porque sí. Ah, y mucho peor. No veo las ventajas de hacerlo, no veo la ventaja de cambiarlo todo. Lo veo todo muy turbio y no se crean que no le he puesto voluntad a desliar la trabazón. No ha sido suficiente. Tal vez alguien deba sacar para mí un manual de “competencias para dummies” porque no termino de creerme que la educación tradicional esté tan mal, de hecho. Pese a lo cual, pienso que la mayoría de los docentes ya no somos tan tradicionalistas como se cree. No nos regimos por métodos ortodoxos, ni de lejos. Nos adaptamos de lo lindo a lo feo en la realidad del aula, hacemos adaptaciones curriculares (significativas y nimias) como quien calienta leches para el café. Pero no es suficiente.

¿Qué aptitudes o adoctrinamientos teóricos han de llevarme a trabajar en competencias? ¿Cuando lo haga, seré consciente de que lo estoy haciendo o es como cuando Harry Potter hablaba pársel sin darse cuenta de que lo estaba haciendo? Aprovecho mi oportunidad y que escribo en un periódico con mucha difusión para dejar un anuncio por palabras: “Docente cambia manual sobre competencias (que se entienda) por antigua máquina de correr. Interesados contacten conmigo”.

martes, 6 de octubre de 2009

La educación pobre

Cito literalmente. “Amigo, siempre que he podido os he echado una mano, pero tenéis que entender que hay que apretarse el cinturón. Comprendo que si todos los docentes están a veinticinco horas, la gente se va a cabrear contigo, pero… ¡No hay dinero para mandar a otro profesor más!”. Hace unos años se invirtió fuerte para comprar unos “tamagochis” que eran imprescindibles para llevar el control de las faltas. Es el IES Pandemónium un centro con solera y, por tanto, los pequeños cambios han de hacerse a lo grande… o no se hacen. Se gastaron varios miles de euros y desde que esa inversión se realizó, no hemos podido encargar fotocopias libremente. Se computa cada encuadernación y los alumnos han de pagarlo casi todo. Puedes, claro que puedes, hacer copias sueltas, pero eso te catapulta a los primeros puestos de cierta lista negra sobre la que no sabría decir bien cuáles son sus efectos. Hay a disposición de todo el Centro solo dos cañones y la sala de ordenadores no está funcional, pues solo cuatro o cinco pecés tienen conexión a Internet. Se nos pide que trabajemos en la plataforma del IES y, sin embargo, la señal de Wifi es más tosca que la estrategia de los persas para conquistar Babilonia. No hay dinero. Notamos la carestía en los profesores que no mandan y en los horarios que hay que compartir. ¿Cómo se explican que un profesor de Lengua esté dando solo cuatro horas de su asignatura y, a cambio, Educación para la Ciudadanía, Alternativa, Género y Plástica? ¿Se imaginan? Esto lo provocan los recortes en el personal, y en el presupuesto, así como que la lista de internos no avance, que sea una verdadera cruzada conseguir un sustituto si el profesor dañado no se está muriendo…

En estos años he aprendido que las únicas sustituciones que se cubren ipso facto son las de los políticos que se acogen a sus quince días de veraneo para preparar la campaña electoral. Esos sustitutos sí llegan con la luz del alba del día primero. Todo lo demás transluce que estamos en cuadro: han cerrado una parte importante de los proyectos (centros TIC, programas de biblioteca…) y te remiten a la creatividad como fuente inagotable de recursos pedagógicos. Según me cuentan, las cuentas de los IES son la cuadratura del círculo, porque estamos en cuadro. ¿Han visto los datos que indican que en casi todos los países civilizados se invierte más que aquí, por alumno, en Educación? Nos cierran el grifo de agua (literalmente, no hay dinero para reponer el depósito de las máquinas y nos envían a los abrevaderos de los niños). Las mayores inversiones que se hacen, en muchos centros, se deben a premios organizados y financiados por cajas de ahorros o fundaciones. ¿Saben qué es lo que más me molesta de esta contrariedad? Estando como estamos, estando las clases a más de treinta por culpa de la crisis, tenemos que soportar que todos los panfletos oficiales vayan en papel bueno, con brillitos y logotipos cuidadosamente diseñados en Barcelona. Cuando ustedes reciben una comunicación institucional, ¿no se preguntan por qué no se gastan el dinero de la infografía en conseguir que los grupos estén un poco más descargados? Cuando vean que la Junta de Andalucía coloca vallas costosísimas explicándonos que el mundo no se viene abajo, ¿no se les ocurre pensar en la cantidad de salones multiusos que podrían edificarse con esa pasta? En nuestro instituto no existe ningún aula donde quepan sentadas más de cincuenta personas. No tenemos polideportivo. No existe teatro, ni recinto alguno que esté techado. No puede haber representaciones, ni celebraciones masivas. Si llueve, no hay deporte.

Así se invierte. En tonterías. Y la respuesta a peticiones serias, y cito, es que tenemos que apretarnos el cinturón. Por desgracia, la mayoría de los problemas que tenemos en el día a día son una cuestión de dinero, se resolverían con una inversión mayor. Habría que apostar por la FP, dar alternativas a los alumnos avocados al fracaso escolar, trabajar con más profesionales de apoyo, mejorar instalaciones y, sobre todo, hacer que baje la ratio en demasiados centros donde, llegado el mes de octubre, seguimos esperando a los nuevos compañeros. La clave: cada mes que pasan sus hijos sin profesor de Filosofía, ellos se ahorran dos mil eurillos de sueldo.