domingo, 6 de marzo de 2011

Pizarras digitales

Este año se han implantado las pizarras digitales. Sin embargo, os reconozco que yo jamás he utilizado ninguna. Cuando la Junta dice “se han implantado”, generalmente lo querría haber dicho es “se ha comenzado a” o, en su defecto, “algunos centros ya cuentan con”. Yo, por el momento, pertenezco a un instituto des-dotado, áptero para estas vicisitudes. Eso sí, sigo un concienzudo calendario de trabajo y uno de mis propósitos para este 2011 era escribir una columna sobre el tema, así que me fingiré ducho en la materia. (No os dejéis engañar, ni siquiera por mí, no sé de lo que hablo). Mi comodín de “propósito no cumplido” lo reservo para “ir más al gimnasio”, como todos los años.

Me he metido en Youtube y he buscado “pizarra digital”. He visualizado, visionado y visto unos quince o veinte vídeos. En todos, sin excepción, había un profesional del arte de la prestidigitación haciendo malabares digitales para demostrar que el producto es -además de caro- útil y fácil de manejar. Conste en acta que su utilidad me parece innegable: reemplazamos las aburridas pizarras de toda la vida por un proyector que nos permite acceder a Internet en cualquier momento. No tiene sentido pintar un mapa en la pizarra, pudiendo sacarlo de un banco de recursos. O, por ejemplo, si queremos leer el famoso soneto de Lope, sobre los efectos del amor, podemos introducir un fragmento de la película y obsequiarles, de paso, con la canción final de Jorge Drexler. ¡Aburrirse será mucho más difícil con este cachivache! Dejo a un lado la importancia real del aburrimiento y cómo en las colas del paro habremos de instalar pronto animadores socio-culturales porque estamos olvidando que el aburrimiento forma parte de la vida, que también para ese estado han de estar preparados nuestros zagales. Dejo a un lado que tanto “hipervinculismo” hipertrofia la mollera, que está demostrado que un exceso de interactividad vuelve a los nenes más lerdos, y me centro en una coletilla presente en casi todos los vídeos.

“Ayudará a sacar el mayor partido posible a la preparación de las clases”. ¡Tate! ¡Que hay que preparar las clases! ¡Esto…! ¿Y si el problema es que no nos las preparamos? Mentiría si dijera que me preparo las clases de la ESO. Yo, y no me siento mal por decirlo, cojo el libro, lo abro, y les explico, con más o menos acierto en función de cuántas horas durmiera la noche previa. Desayunando, en todo caso, me miro lo que luego voy a contar, y pienso los ejemplos. Me siento como un actor que tiene dieciocho funciones a la semana. Mimas un par de ellas, generalmente las de bachillerato, pero… ¿Podemos configurar y seleccionar material interactivo para dieciocho horas semanales? ¿De dónde sacamos veinte o treinta horas de preparación, a la semana? Aunque la gente llana piensa que los profesores somos profesionales del rascamiento genital, lo cierto es que adaptar materiales, aprender a usar la pizarra digital, tiene mucho trabajo, y no nos sobra tanto tiempo, en nuestro ocioso jornal funcionarial. ¡Y además no es tan fácil! Tiene mérito encontrar cosas adecuadas para mí, que no estoy peleado con las [ya no tan] nuevas tecnologías, así que no quiero ni imaginarme a los pobres maestrillos cuyo librillo ha sido reemplazado ásperamente por un eBOOK, y que teclean con dos dedos. ¿Quién les va a enseñar a ellos a volverse internautas, de pronto? ¿En qué momento del día aprenderán a cazar mariposas en la Red? ¿De dónde van a sacar tiempo para dejarse seducir por esta hermosa revolución?

En conclusión [este es un marcador discursivo de tipo conclusivo, lo digo como pista para los alumnos por si los ponentes escogen este texto para Selectividad, lo cual parece improbable, puesto que he empezado metiéndome con la Junta], considero que la pizarra digital es un gran invento, pero creo que tal inversión debería llevar aparejada una cuantiosa dotación horaria para que algunos aprendan a usarlas y para que otros aprendamos a usarlas bien. Me da miedo pensar que tanto dinero, en época de crisis, no va a redundar en una mejoría en los rendimientos educativos. ¿Alguien se atreve a asegurarlo, pues? ¿Es verdaderamente eficaz todo esto? ¿Es, en esencia, lo que necesitábamos? Por el contrario, sí sé es que no ha venido nadie a preguntarnos. Nadie nos ha preguntado, al menos que yo sepa, qué necesitamos para dar clases. Y, sobre todo, no conozco a nadie que haya demandado como urgencia prioritaria, este tipo de pizarras. Por mi experiencia sé, y mi intuición lo corrobora, que solo empleamos aquellos materiales que hemos solicitado. Por tanto…