miércoles, 4 de mayo de 2011

Despertar

El otro día, en uno de los viajes del “turno de coches”, nos dio por hablar de “estrategias para despertar a un grupo dormido”. Estas conclusiones no son solo mías, que conste, pero creo que (aunque obvias) pueden ser interesantes para todos los profesores que estén empezando. Paso a destacar diez formas fáciles y sencillas de mendigar atención. Las ordenaré por orden de eficacia, de menos a más, aunque parece obvio que su eficiencia dependerá del grupo y del momento del día y del año en que nos encontremos. Además, no se puede abusar de ninguna de ellas, pues se desgastan. Como todo en la vida.

UNO. Subir las persianas. Parecerá una estupidez, pero no son pocos los que dan clases a primera hora con las persianas bajadas. Los seres humanos tenemos la estúpida costumbre de activarnos cuando la luz natural nos llega. Por lo tanto, la luz es nuestra aliada y hay que aptovecharla. DOS. Las amenazas son un recurso muy habitual y clásico. Asegurar que pedirás las actividades o que al final de la clase les vas a preguntar lo que se ha visto... siempre funciona. El truco está en jugar con la adrenalina de los estudiantes, con su instinto de supervivencia. TRES. Hablar de otros compañeros. Siempre con respeto y sobre personas con las que tengamos mucha confianza. Ayuda hacer cameos en las clases de otros y citar sucesos concretos que nos han ocurrido con otros docentes que ellos también conozcan (en la sala de profesores, en nuestra vida diaria...). Les encandila saber que somos humanos y que tenemos relación entre nosotros. CUATRO. Jugar con los tonos de voz hace milagros. Al igual que una cadencia monotimbre adormece a cualquiera, hemos de ser un poco “actores” y jugar un poco con el ritmo de lo que decimos, con los decibelios y con el tono que empleamos. CINCO. Poner ejemplos en los que ellos sean los protagonistas. Porque el egocentrismo mueve a todo adolescente y siempre es más interesante que hablen de uno, o del vecino, a que los ejemplos que se escojan no aludan a personas concretas. SEIS. Hay ciertas palabras que concitan una atención inmediata. “Examen” es una. “Selectividad” es otra. Estoy seguro de que hay muchas más... pero yo no las conozco todavía. SIETE. Los Simpson no pasan de moda. Poner ejemplos de los Simpson es una garantía de éxito. Además, no está de más demostrar que se es un poco friki. Algunos docentes se esfuerzan por parecer alinígenas. ¿Acaso ellos no ven series de televisión y no van al cine? ¿Acaso no conocen las pizzas de Telepizza o montones de modelos de coches? OCHO. Hablar de uno mismo. Los alumnos son unos cotillas redomados. Por alguna razón que desconozco, pocas cosas le llaman más la atención que las vivencias que nos “auto-asignamos”, aunque sea de forma ficticia, o sucesos “que le pasaron a un familiar nuestro” o a “un amigo”. Conjeturan sobre nuestras vidas. Hemos de aprovechar que somos seres mediáticos para canalizar ese interés despertado en favor de nuestras asignaturas. NUEVE. El sexo. Porque todos los seres humanos, no nos sorprendamos a estas alturas, aumentan su concentración cuando aparece una cuña publicitaria donde se ve una teta o donde se muestra a un hombre metiéndose un espárrago en la boca. Siendo sutiles, y con un poco de tacto, un comentario bien tirado puede hacer que despertemos su atención para hablarles con algo de más interés de otras cuatro o cinco cosas. DIEZ y ganador. El fútbol. Es uno de los pocos temas capaces de destruir la paz de un grupo controlado. Despierta para lo bueno, pero también para lo malo. Sobre todo en aquellas provincias donde existe una rivalidad enconada entre dos equipos (Jerez-Cádiz, Betis-Sevilla...), elogiar a uno de ellos o menospreciar al adversario hace que un millón de neuronas se activen de cuajo. La contraindicación es que esta táctica no suele despertar por igual a todos los miembros del grupo y que, no pocas veces, aquellos que se despiertan son los que estarían mejor dormidos.

Concluyo, en esta línea, con una reflexión que engendró mi primer jefe de departamento. A veces el objetivo, sobre todo en ciertos grupos que son muy malos, es hacer todo lo contrario de lo que aquí se relata. Él llegaba y pasaba lista con parsimonia. Se inspiraba en el modo de sacar de portería de los porteros argentinos. Perdía tiempo. Se movía despacio. Fingía una cojera. Cuando el dragón es más poderoso que tú... no está de más pillarlo dormido. Por eso no siempre conviene hacer uso de los mecanismos que se describen en esta columna.