Lo reconozco. Sé que es una traición aparente, un contrasentido, un acto de apabullante malicia consabida. Sin embargo, de algo hay que comer. Yo gano dinero dando clases. Generalmente, imparto mi asignatura. Sin embargo, si me ofrecen una hora, solo una hora, con un buen curso, tratando un tema diferente al que ocupa mis otras catorce horas del horario, ¿cómo decir “no”? No se puede. No soy tan íntegro. Lo admito. Dejen de leerme. Quemen mis columnas. Amenacen de muerte a mi perro. Traten de envenenar las macetas del descansillo de mi casa. Me lo merezco. Acepto su rencor. Al fin y al cabo, este año impartiré Educación para la Ciudadanía…
Firmo esta confesión y pretendo llevarla a la comisaría más cercana para poner mis muñecas a la disposición de la Policía. Lo reconozco: pretendo profanar las conciencias de sus hijos. Yo soy quien los manipulará. Yo les enseñaré a ser buenos ciudadanos, a no escuchar la COPE, a abortar cuando toque, a homosexualizarse, a practicar sus eutanasias cuando ustedes estén viejitos. Yo, yo soy. Soy el responsable de todos los males del mundo, de que las próximas elecciones las gane el PSOE, de que la familias se quiebren, de que se imponga un nuevo régimen, una nueva mentalidad. ¡Yo colaboro con la desintegración de España! ¡Con la reforma estatutaria! ¡Favorezco los nacionalismos! ¡Pisoteo la Constitución! ¡Yo aniquilaré la paz, la concordia! ¡Yo destruiré la pluralidad: impondré una nueva moral única, lavaré el cerebro a sus hijos! Cuando los reciban en sus casas, no los reconocerán. Ni las madres que los parieron acertarán sus nombres, porque serán otros: zombies ausentes de mirada errática. Si alguno de ustedes pone en mis manos a su pequeño Damián yo le devolveré a las tres de la tarde un pérfido Demian. No se asusten. Nietzsche estaría encantado, se sentirán orgullosos. Sin saberlo y gracias a mí, han engendrado al superhombre, a un auténtico ciudadano.
Sin embargo, existen muchas pegas. No me será tan fácil destruir el mundo. La primera, que se trata solo de una hora en semana. La segunda, que esta asignatura es un calco de “Vida y Moral”, una optativa que lleva bastante tiempo impartiéndose… ¡y que no escandalizó a nadie en su momento, cuando se aprobó! El tercer motivo para la tranquilidad de ustedes es que yo no he sido entrenado para adoctrinar a las masas. En Andalucía no hay especialistas en Educación para la Ciudadanía. No la imparte nadie del Ministerio. Somos seres humanos como usted, los que damos esas clases. Gente que, por lo general, no tiene ningún interés en meterse en líos: ¿cómo exponerte a que un padre te denuncie por decir alguna tontería? No queremos querellas, queremos llegar a fin de mes. Además, solo se imparte en un curso, de momento. Repito: solo en un curso y solo una hora. Encima, los adolescentes no sienten ningún interés por la política ni por sus temas colindantes, así que esa hora tampoco cunde demasiado.
No. Los que se alarman, no lo conocen. No pasa de ser un sucedáneo de la tradicional Ética, pero con un nombre escogido con poca fortuna. No hay temas tabú. No hay afirmaciones aberrantes en la mayoría de los manuales. Si bien algún proyecto editorial se ha pasado de sabio, siendo esos los ejemplos que han aparecido en los telediarios y en periódicos, en general; en general, los centros han optado por la moderación y los propios docentes, viendo el inmenso charco en el que podemos meternos, hemos abolido los libros más extremos, optando por otros más neutros. Además, nuestros propios directores nos piden prudencia: ¿qué centro puede permitirse que sus alumnos objeten? A los profesores que impartimos Ciudadanía se nos vigila y se nos exige templanza. Pero vamos, tampoco hace falta mucha vigilancia porque, aunque parezca mentira, los profesores también tenemos conciencia y salvo alguna que otra manzana podrida (a la que ningún director consentiría impartirla), no conozco a nadie capaz de practicar en esta asignatura los ritos satánicos que más de uno piensa que estamos llevando a cabo. Si bien Educación para la Ciudadanía no es una asignatura útil ni ha de servir para algo, tampoco es dañina ni destructiva, como otros dicen. En realidad, mi opinión es que las fuerzas que se han gastado debatiendo este tema podrían haberse empleado mejor en conseguir que los docentes no nos sintiéramos amenazados en los centros conflictivos o en lograr que descienda el fracaso escolar sin que los alumnos promocionen, por ello, por arte de magia o por decreto del BOJA. ¡Esos sí me parecen problemas de verdad!