miércoles, 10 de octubre de 2007

Sobornos y ruinas

En mi primer año como docente me sorprendió bastante una pregunta que mis alumnos me hacían muchísimo. ¿La adivinan? Si yo fuera ustedes, a priori, apostaría quizá por un pragmático “¿qué he de hacer para aprobar?”. Pero no. Esa está pasada de moda porque en estos tiempos que corren los cursos los supera hasta un chimpancé vestido de colegial, sin tener que hacer nada especial para lograrlo. ¿Qué pregunta puede ser esa tan repetida y que tanto llamó mi atención? Podría tratarse de: “¿Cuánto queda para que la clase acabe?” Pero no, eso tampoco lo preguntan ya. Recogen los libros y se levantan, directamente. No tienen muchos miramientos. Como dijo un gran sabio, es “mejor pedir perdón que pedir permiso”; eso hacen, lo aplican a rajatabla. ¿Y bien? ¿Cuál es esa pregunta? ¿Quizá una de sus preguntas más repetidas en el aula sea “si pueden ir al servicio”? Sí. Esa, sí. Esa entra en el podio de las preguntas más realizadas… pero existe también otra que me realizaron tanto o más que esa a lo largo de mi primer año, pero que es además muchísimo más original. A saber: “Maestro, ¿tú cuánto cobras?”


Y yo, la mayoría de las veces, me negaba a responder a cuenta de la hiriente certeza de que la mayoría de los padres de mis alumnos ingresan cada mes más dinero que yo, a pesar de no tener ningún graduado, ni carrera universitaria u oposición. “Para que se rían de mí, no doy la cifra”, pensaba. Pero la realidad ha dado un nuevo giro mortal, engendrando una versión renovada del esperpento. Lo más triste de todo… es que ahora seré yo el que le pregunte a mis alumnos de bachillerato cuánto cobran ellos. Cuánto cobran por estar allí sentados. Y en muchos casos, y cuando cobren de golpe, por supuesto ellos mismos ingresarán muchísimo más dinero que yo, por estar allí. “El discípulo siempre supera el maestro”, ese es un viejo precepto clásico que todos asumimos. ¿¿Pero también en el sueldo?? ¿También han de superarnos en el sueldo? ¡Madre mía! ¡Cuánto progreso! Cuando lo proverbial se vuelve obvio se evidencia que nos estamos volviendo todos un poco locos…


Esto parece sacado de una columna del Profesor Cuyami. Parece ironía o un chiste, pero es cierto. Piensan pagarle seis mil euros a los alumnos por seguir estudiando el Bachillerato. Como la mayoría fenece (académicamente) con dieciséis años, con o sin la ESO, van a untarles para que sigan estudiando y para mejorar así las estadísticas. Hasta ahora, la gracia del Bachillerato estaba en que al menos aquellos que llegaban hasta él deseaban realmente estudiar. Buscaban realizarse como personas, madurar y aprender más cosas (bla, bla, bla). Pronto, dejará de ser así, mayoritariamente. Nuestras aulas albergarán nuevas manadas de mercenarios insolentes. Porque será más fácil estar sentado calentando el banco que ponerse a trabajar… y dará el mismo dinero. ¿Cómo no hacerlo? Además, sus padres les obligarán. Hasta ahora, todos soñábamos con tener un hijo futbolista que nos sacara de pobres, que nos ahorrara trabajar. Quizá ahora… soñemos con menos. Quizá ahora nos contentemos con que nos salga un hijo medio listo y que sea capaz de estudiar Bachillerato. Estoy seguro de que ese sobresueldo nos vendrá muy bien para llegar a fin de mes a todos aquellos que soñamos con una familia numerosa. ¿A cuántos hijos universitarios se cotiza un hijo futbolista?


Son pocos los alumnos de Bachillerato que no han repetido ningún curso. Por tanto, vienen a tener diecisiete o dieciocho años. Por lo tanto, si en marzo no votan, van a quedarse francamente cerca de hacerlo. Y Papi Chaves les regala una moto si son buenos niños y estudian mucho. ¿A qué partido votarán esos polluelos? ¡Caray! ¡Qué casualidad! ¿Se le habrá ocurrido a nuestro Gobierno Autonómico pensar que esta medida podría favorecerle electoralmente, de forma fortuita? ¡Seguro que no! ¡Ellos buscan siempre nuestro bien desinteresadamente! ¡No se habrán dado cuenta! Al fin y al cabo, esta media nos ayudará a tener la generación mejor preparada de la historia [risas]. ¿No es eso lo que dicen? ¡Si cinco de las seis grandes televisiones nacionales están de acuerdo en eso, será que es verdad! ¡La tele nunca miente!