domingo, 6 de marzo de 2011

Competitividad

Lo cuento precisamente porque jamás me había pasado. Eso sí, estoy seguro de que esta columna va a herir la sensibilidad de muchos docentes andaluces. A mí, en otro tiempo, esta anécdota me hubiera resultado increíble e insultante. Sin embargo, tengo la dicha de ser el tutor del mejor cuarto de ESO de todos los tiempos. No tengo ninguna duda de que mi grupo conseguirá el pleno en junio, lo cual es milagroso en estos tiempos que corren, y además una parte importante de mis pupilos se van a llevar el sobresaliente de media. Me siento orgulloso de capitanear un grupo de alumnos que, frente a lo que suelo ver por ahí, tienen raza. Quieren ganar. Compiten.

El viernes estaba en mi tradicional guardia de biblioteca cuando acudieron en mi busca cinco o seis de mis estudiantes más ilustres. En cabeza una chica que cosecha dieces como un apicultor picotazos. “Maestro, ha pasado algo terrible... Alguien de nuestra clase le ha dado el examen a los de la otra clase. ¡Y están preparando las preguntas en el recreo!” Reconozco que al principio no entendí muy bien el problema, pero luego me lo explicaron entre todos. “La profesora nunca cambia los exámenes y van a sacar mejores notas que nosotros. ¡Y no es justo! ¡Nosotros somos mejores que ellos y hemos estudiado más!”. Me sorprendió la rabia con la que hablaban. Su insolencia me sobrecogió. Jamás se me había dado una situación parecida y no sabía cómo resolverla.

¿Qué debía hacer? Podía decirles que hay que alegrarse por la suerte ajena y que ellos no necesitan ganar a los demás para sentirse bien (lo segundo no es cierto y lo primero no es imprescindible). Podría haberles dicho que son el mejor cuarto de la historia y que no pasa nada por compartir promoción con otros alumnos de sobresaliente, con o sin trampas. Pero les dije lo que pienso: que me encanta su actitud y que entiendo el enfado, aunque esta vez la situación no tuviera arreglo. Mi tutoría siempre quiere ganar. Si se organiza un concurso de la disciplina que sea, ellos se plantearán ser los mejores, pasar por encima de los demás, demostrar que son los más inteligentes y los que más se esfuerzan. Los más fuertes y los más guapos. No le tienen miedo a nadie (tengo músicos, superdotados y hasta una deportista de élite).

Les recomendé que le contaran a la profesora la situación, a toro pasado. Pero el otro curso va a enfadarse mucho. ¿Por qué está tan mal visto reconocer que para ti es importante quedar por encima de otro, máxime si estos han hecho trampas? ¿Por qué es preciso ocultar que encuentras tu gloria en la victoria sobre otros? Me imagino a dos atletas a punto de cruzar la meta diciéndose, como enamorados que tratan de colgar el teléfono, “no, gana tú. ¡Tú primero!”. ¡Ridículo! Yo soy funcionario porque le gané a muchos otros. Y no me gané a mí mismo. Le gané a otros doscientos aspirantes que, de buena gana, me hubieran partido la cara, como si estuviera afiliado al PP murciano, para quitarme la plaza.

Sin embargo, lo que más me ha sorprendido no es la actitud de mis nenes. Lo más surrealista de todo es que todo el mundo al que le cuento el suceso opina que soy un hijo de puta por fomentar la competitividad, por decirle a mi tutoría que espero de ellos que sean los mejores y que si para ellos es un estímulo superar a sus homólogos, veo bien que traten de hacerlo. Todo el mundo me dice que tengo que enseñarles un montón de moñeces en las que yo no creo. Esa moñeces, me temo, son las que explican el paro, una parte de la crisis, el PER, y la falta de eficacia de nuestro sector privado. Fabricamos borregos a los que estamos enseñando que es malo pelear contra el que está al lado. Y encima los hacemos sentir mal, como si mis chicos no hubieran pasado la noche anterior estudiando hasta las tantas, sin hacer trampas, con la mayor honradez del mundo. ¿Por qué casi todo el mundo tiende a ponerse del lado del mediocre? ¿Qué tienen los ganadores que los hace parecer tan antipáticos? ¿Cuándo inculcaremos más competitividad y menos ciudadanía? ¿Acaso pensamos que el comercio chino que han abierto en el pueblo tendrá compasión del ultramarinos que tiene a su lado? Lo va a destrozar. Y destrozarán a nuestros jóvenes si no les enseñamos que, de vez en cuándo, no es tan malo sacar los dientes y morder con todas nuestras fuerzas.