domingo, 6 de marzo de 2011

El campo

Profesora: Hombre, Manuel... ¡Tú por aquí! ¿Qué ha pasado? Alumno: [Gruñido de desaprobación]. Profesora: La última vez que hablamos me dijiste que intentarías que no volviéramos a vernos. ¿Te acuerdas de eso? Alumno: [Gruñido de desaprobación]. Profesora: ¿Qué ha pasado? Alumno: [Gruñido de desaprobación]. Profesora: Por favor... Si no me dices qué ha pasado... No podré ayudarte. Alumno: Es que el gilipollas ese... Profesora: Manuel, ya sabes que delante de mí no puedes insultar a otro profesor. Al que tú llamas “gilipollas”, es mi compañero. Venga, cuéntame qué ha pasado. Alumno: Es que el gilipollas ese me ha echado... ¡Y yo no he hecho ni ostia! Yo estaba tan tranquilo, se ha rallado, y me ha empezado a decir cosas. Yo le he dicho que me dejara y me ha echado. ¡Es que es es gilipollas! ¡Es gilipollas! Profesora: El profesor trata de enseñarte a comportarte, por tu bien. Alumno: [Gruñuido de desaprobación, mientras trocea un cuaderno].

P: Tú has pensado... que algún día... Todo esto acabará. Saldrás del instituto y tendrás que dedicarte a algo. ¿Sabes qué será de ti sin el graduado? A: ¿Para qué quiero yo el graduado ese? Ya se lo pueden meter por el culo los maestros. Yo voy al campo, con mi viejo, y en una mañana gano dinero para salir un mes. Y si no, trapicheando un poco, gano más en un semana que tú en un mes. P: Ya, pero tú sabes que la gente que trapichea acaba en la cárcel. Y el campo... ¿Quieres pasar toda tu vida en el campo? A: ¡Claro! El campo... En el campo no tengo que aguantar a los maestros todo el día dando por culo. Cuando voy al campo me pongo mi flamenquito to guapo y me fumo algo. Y no tengo que estar como los tontos esos, haciendo lo que dice el maestro todo el día. Solo les falta chuparle el culo. P: Si lo dices por tus compañeros... Algún día ellos ganarán más dinero que tú y quizá pienses diferente entonces, ¿no te parece? A: Estudiar no sirve para nada. ¿Para qué si tengo el campo? A mí no me gusta estudiar. Y leer y todas esas mierdas, ¿para qué sirve? Con lo bien que estoy yo en el campo, con los litros, escuchando flamenquito [y se pone a cantar]. P: Por favor, Manuel. Aquí no puedes cantar. Se supone que estás castigado. A: ¿Y quién eres tú para castigarme? A mí solo me castiga mi vieja, pero ella nunca me castiga porque sabe que no sirve para nada. [Y sigue cantando]. ¿A ti no te gusta cantar? A los maestros nunca les gusta cantar. P: A mí me gusta mucho cantar. Pero para todo hay un momento. Hay un momento para cantar y hay momentos para trabajar. Y al instituto no se viene a cantar. A: ¿Y por qué no? P: Pues porque si todos viniéramos al instituto a cantar, como tú, ¿cómo iría el país? A: ¿Y eso qué importa? P: A ti no te importa todavía, pero algún día te importará. Seguro que querrás tener una familia, comprar una casa... A: Maestra, ¿tú tienes moto? P: No. A: ¿Qué moto tienes? P: Te he dicho que no tengo moto. A: Ah, es verdad. Los maestros nunca tenéis moto.

P: Manuel, yo tenía un amigo que era como tú, cuando tenía tu edad. A: ¿Y se la calzó? P: ¿A qué te refieres? A: Maestra, ya sabes, que si tú y él... [y hace un gesto aclaratorio]. P: No, claro que no. Porque a mi amigo no le preocupaba su futuro y a mí no me gustaban los chicos que no estudian. A: ¿Entonces no se la calzó? P: No, Manuel. Te he dicho que no. A: ¿Tu amigo era marica? P: ¿Y eso qué tiene que ver? A: Seguro que era marica. P: No, no lo era... De todas formas, no deberías llamar a los homosexuales “marica”, porque eso es ofensivo. A: Maestra, ¿te puedo preguntar una cosa? P: Escúchame primero. Quiero hablarte de mi amigo. Él tampoco estudiaba, pasaba de todo y ahora... ¿Sabes lo que ha sido de él? A: ¡No me ralles! P: Manuel, tienes que saber lo que va a pasarte si no te tomas las cosas un poco más en serio. A: ¡Que no me ralles, coño! P: No te estoy rallando, solo trato de ayudarte. A: ¿Ayudarme? ¡Vete al carajo! Tú solo quieres comerme la cabeza, como los otros maestros, para que te haga caso. Pero... ¿sabes qué? Yo no le hago caso a nadie. Yo nunca hago caso. Y menos cuando alguien me quiere comer la cabeza, ¿sabes? [Se levanta y tira la mesa de un empujón]. P: Manuel... En ningún momento te he hablado mal. ¿Te parece justo que tú me trates así a mí? A: Ira... Ahora ve a mis viejos y les dirás que me he portado mal y todo eso. Anda y vete a cagar, que si tu novio no te hace lo que te tiene que hacer, yo no tengo la culpa. ¡Será mierda la tía!