Tengan en cuenta que lo sé. De hecho, llego incluso a sentirme culpable. Estará usted plácidamente en su casa, tomando un café y unas magdalenas. Tal vez haga acopio de las fuerzas que necesita para ir a trabajar dignamente, sabedor de que un porcentaje importante de su sueldo de enero se le irá en pagar servicios sociales. Por todo ello, me produce cierta dosis de lástima darle el desayuno, destruir su paz, incordiar su conciencia. No obstante, si usted es de aquellos que piensan que unos ojos yertos imposibilitan a los sentimientos llegar hasta el corazón, no siga leyendo: vivirá mejor sin esta columna, sin llegar a saber a dónde van a parar los impuestos que paga. Yo le aviso, luego no se me queje. En cierto modo, le debo la posibilidad de enterarse, pero lo que haga con la información que ya está en sus manos, es asunto exclusivamente suyo.
Lo llaman Proyecto Comenius. El tal checo fue un hombre preocupado por la enseñanza de idiomas. Un pedagogo que se hizo famoso por una obra llamada “puerta abierta a las lenguas”, que era cosmopolita y que viajó mucho. Pregunta de Trivial: ¿sabe alguien si Jan Amos pagaba sus viajes? Más que nada porque aquellos que ahora lo emulan tienen como finalidad inmediata viajar de gorra. De hecho, con una preciosa gorra que pone en letras grandes y amarillas “proyecto Comenius”, salieron hacia el aeropuerto de Málaga dos profesores de mi Centro que, gracias a sus fantásticos contactos, han podido conocer gratis la República Checa, para peregrinar hasta la tumba del valedor del dichoso programa, para comprobar a lo Alfredo Landa, que hay vida más allá de los Pirineos. Han ganado una semana de vacaciones y, en el menos malo de los casos, usted les está pagando el sueldo.
Existen dos modalidades para tal periplo. La primera, y mucho menos lucida y lúcida, exige que los profesores galardonados se lleven a un grupo reducido de alumnos con ellos. La segunda, que es la que he constatado, ¡es solo para profesores! Ellos van, ven aquello y después nos lo cuentan. Vacaciones pagadas. Rendimiento, cero. Sin alumnos, sin nada que hacer allí: una semana de turismo y una preciosa visita al Instituto con el que nos hemos hermanado. Poco me importa ya que los fondos sean de Europa, de la Junta o de quién sean: son funcionarios, que aprovechan su posición para irse gratis de vacaciones, en proyectos que nullo modo repercuten sobre el resto del alumnado. No traen ideas nuevas, no aprehenden nada, salvo unas postales o un cuadro del pintor local. Desconozco si practican o no el inglés allí, pero sí presupongo que si nuestros profesores andaluces necesitan entrenamiento oral, mejor harían apuntándose a una academia. No hay finalidad, no sirve de nada, pero todo es muy lógico. Estamos hermanados con varios institutos de distintos países de Europa, ¿qué clase de hermanos seríamos si no visitásemos de vez en cuando a nuestros propios hermanos? La gente de Andalucía es buena gente, así que las visitas son necesarias. Hay que ir a verlos y cuantas más veces se vaya, mejor. Lógico.
Vendrán a visitarnos ellos también a nosotros. Vendrán expedicionarios allende las tierras del río Morava a visitarnos a nosotros. ¡A aprender de nosotros! [Espero por su bien que no se les pegue nada, salvo el sol de la costa]. Vienen también, de vacaciones, a pasear por la calle Larios y a comer pescaíto frito en nuestras ferias. Y a hablar inglés porque, al fin y al cabo, y paradójicamente, el proyecto se desarrolla exclusivamente en inglés: Comenius buscaba la defensa de todas las lenguas y su proyecto atrae a checos que nos hablarán en inglés en España. ¡Lógico! ¡Todo encaja! Además, si nuestros míster Marshall no vienen a vernos con alumnos, serán bien recibidos y prometo organizar otra peregrinación guiada, en mi horario de trabajo (recuérdelo: me paga usted), hasta la tumba de algún benefactor del turismo docente. Seguramente, los invitaremos a comer, los llevaremos de excursión, les proporcionaremos alojamiento pagado por… ¿se lo imaginan?
¡Ey! ¡Se me olvidaba! Aún está a tiempo: puede dejar de leer esto o puede simplemente presuponer que esta experiencia telúrica se está llevando a cabo única y exclusivamente con fondos europeos, que a usted no le costará nada. Realmente, prometo que no conozco ese dato (yo sí me creo lo de “ojos que no ven, corazón que no siente”), así que podrá creer lo que más feliz le haga y acertará. Sí le aseguro que yo no gano nada, en ninguno de los dos casos: pedí que se llevaran a alguno de mis alumnos y que lo dejaran allí, pero no me han hecho caso.