lunes, 24 de diciembre de 2007

Querido Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:


Soy consciente de que es un poco pronto para enviaros esta carta. Sin embargo, mañana me acercaré a Correos y la franquearé porque este pueblo del litoral almeriense está muy alejado del verdadero Oriente y porque las comunicaciones (sobre todo por carretera, por tren ni hablamos) son algo defectuosas y poco afectuosas, así que será mejor que vayamos bien de tiempo (vosotros sois magos, pero los carteros no tanto). Ni que decir tiene que he sido muy bueno a lo largo del año. Me he portado bien… aunque creo que voy a suspender bastante. Pero no es culpa mía, ¡que conste! Es más bien que me tienen manía. Hay profesores muy malos, muy crueles, que ponen muchos deberes y que suspenden a los alumnos porque les da la gana… pero yo no soy uno de ellos.


¿Qué pido? ¿Qué pido? ¡Uf! ¡Qué presión! ¡Son muchas cosas! Yo pido todo lo que se me ocurra y vosotros veis qué se puede hacer. En primer lugar deseo un instituto que no esté lejos de todo. Estoy un poco harto del turismo rural. Admiro a los habitantes de las Alpujarras, pero no me gustaría ir para allá, sino regresar a mi tierra: ¿sería posible que se liberalizaran las permutas? Es que es un poco duro estar a trescientos kilómetros de casa (y trabajar con cafres) y me consta que hay muchos profesores que tienen que pasar por el exilio, no solo yo. En segundo lugar, me gustaría tener algún grupo de Bachillerato porque se me empieza a olvidar lo mucho que amo esta profesión y lo que me gustaba que me hicieran caso (sé que Bachillerato no es como cuando yo estudié COU, pero algo es algo). También me gustaría tener en mi aula solo a inmigrantes que hablen mi idioma y, sobre todo, que estos no estén en grupos con más treinta alumnos. De hecho, me gustaría contar con grupos un poco más reducidos siempre. Más que nada porque los alumnos de ahora no son como los de antes y veinte ya parecen demasiados… salvo que estén dormidos o drogados (ambas cosas ocurren a veces).


Quiero material informático en el Centro, porque se habla de un ordenador por cada dos alumnos, pero creo que se os acabó el cargamento antes de llegar a Almería. También os pido un guardiacivil en la entrada y en la salida, que vigile la valla a través de la cual le venden droga a los alumnos en el recreo (así de paso evita las peleas y las agresiones en la calle). Me gustaría también un aparcamiento dentro del Instituto, para que no nos pinchen las ruedas ni nos rallen la pintura. Si es posible, desearía días de asuntos propios, como el resto de funcionarios. Pero prefiero en vez de eso una alternativa digna para todos aquellos alumnos que con catorce años decidan no seguir estudiando (que dedican dos años a calentar el asiento, haciendo el mayor daño posible, porque no hay otra cosa para ellos). ¡Ah, ya! ¡Quiero pastillas Juanola! Una caja XXL para la garganta, porque mandar a callar te deja las cuerdas vocales un tanto mermadas. De todas formas, lo que más me gustaría de todo sería un poco de más autoridad: que los alumnos vuelvan a hacernos más caso, que los padres nos respeten un poquito más, que no agredan a ningún otro compañero más, que no vivamos tan al límite. No quiero escuchar tantos insultos al cabo del día, ni recibir pintadas en las paredes del centro, me gustaría que volviera la tarima, que nos hablen de usted. Quiero estar por encima. Me gustaría que ser profesor volviera a significar algo. Me gustaría que nuestro trabajo estuviera un poco mejor valorado por la sociedad: dejar de ser asistente social o educador social, explicar mi asignatura y educar a los alumnos que verdaderamente quieran ser educados. ¿Sería posible pedir padres que colaboren más? ¿Sería posible que los chicos vinieran educados ya de casa o que trajeran de serie un dispositivo para sentarse y callarse cuando entra el profesor? Y, sobre todo, y ante todo, esta carta es para pediros… ¡que le traigáis carbón a los alumnos a los que se lo hemos suspendido todo! El cargamento de motos es un poco excesivo, el año pasado os pasasteis con las motos. Si yo los suspendo y vosotros les traéis una moto, ¿con qué cara miro al alumno de turno en enero cuando le diga que yo voy a volver a suspenderlo… y él me responda que “le da igual”?


Gracias. Gracias. Gracias. Nunca me habéis fallado. ¡Haced lo que podáis, también esta vez! Y de paso aprovecho para desearos una feliz Navidad para vosotros tres, para vuestros camellos y para todos los que creen en vosotros. Oye, por cierto, ¿eso de los “camellos” va con segundas? Es que trabajo en un instituto y, por ello, me he acostumbrado a pensar mal siempre.


Prof. Cuyami