domingo, 24 de diciembre de 2006

Reuniones con padres

Me santiguaría de no ser porque la enseñanza pública ha de ser laica y “sobre todo” muy discreta. En secreto un funcionario puede adorar al dios de las gominolas, ser espía ruso o escribir para EL MUNDO con tal de que no se note. En esas estoy, de camino a mi clase y apuntalando mis sendas con discreción, porque hoy he citado a un buen puñado de padres para la primera reunión del curso y, aunque no tengo ni la más remota idea de si vendrán o no, se supone que yo soy el profesional de esto y que por tanto no debo llegar tarde a pesar de la lluvia. Llueve y eso significa que muchos no vendrán. Cualquier pretexto es válido para separar a ciertos individuos del sino de sus hijos. Pese a todo, nuestro sínodo sí ha de continuar con padres o sin ellos ¿De qué se habla en una reunión de padres? ¿Para qué me he tomado la molestia de quedarme sin siesta? Para que sirva de guía para los individuos primerizos en estas lidias, me he tomado la intensa libertad de confeccionar un subjetivo decálogo que no pretende ser exhaustivo, pero al menos sí sincero, con diez axiomas básicos que reflejan lo que sucede en una reunión de padres. Espero que disculpen mi falta de decoro.
UNO: a las reuniones de padres siempre vienen los padres de los alumnos modélicos. Por el contrario, los padres de los chicos conflictivos supuran sus dudas en entrevistas privadas, porque les da vergüenza que el resto de padres del pueblo se entere de sus miserias. DOS: el objetivo es siempre que los padres se involucren y que, por ende, procedan a imponer más disciplina sobre sus hijos. Desgraciadamente, como los padres de los alumnos que necesitan reproches no vienen, al final las reprimendas caen en saco roto (el mismo saco en el que previamente los alumnos han “dado por”). TRES: los tutores siempre nos esforzamos por no pillarnos los dedos y por eso las afirmaciones se mitigan todas con un preciado “algunos alumnos”. Desafortunadamente, los padres siempre sienten que sus niños del alma están exentos de dicho cómputo: nadie se da por aludido casi nunca de nada. CUATRO: en todos los centros las limpiadoras hacen horas extra antes de dichas sesiones. Ofrezco un experimento: ¿qué pasaría si los padres vieran cómo quedan las aulas después de una mañana entera con sus hijos dentro? Seguro que más de uno se llevaría unos cuantos azotes… y no lo digo ni por las limpiadoras ni por los profesores. CINCO: todo el mundo sabe que en el argot de los padres la expresión “nos iremos viendo a lo largo del curso” significa un adiós irreversible. El padre que verdaderamente piensa ir a verte te pregunta antes seis o siete veces qué huecos tienes en tu horario. Afortunadamente, los que tienen interés son los menos. Sí, he dicho “afortunadamente”, ¿pasa algo? Es que a esos al final llegas a tenerlos hasta en la sopa (al final descubren hasta los restaurantes que frecuentas) y eso supone un grave incordio. Afortunadamente, los padres del “nos iremos viendo” se disipan como lágrimas en la lluvia. SEIS: no sé por qué motivo las madres siempre se sientan delante y los padres tienden a apartarse un poco más. Hagan la prueba, compruébenlo: no solo es sistemático que las mujeres se sienten mucho más interesadas, por lo general, por la vida académica de sus hijos, sino que además la siguen más de cerca, en todos los sentidos. Las madres ganan de goleada: vienen en mayor número y se sientan más cerca. Nótese también que, en mi caso, la mayoría de los asistentes a la reunión son asistentas (en ambos juegos de la palabra, porque el nivel socioeconómico del pueblo es bastante bajo y muchas madres limpian casas). SIETE: por lo general, los padres que guardan silencio evidencian ser más inteligentes que los que hablan. Por alguna razón que desconozco, en las reuniones de padres está prohibido terminantemente hacer preguntas que no sean estúpidas. Cuando tenga un par de tardes libres, escribiré una enciclopedia con una selección de las más tontas: ¿podría notificarme todos los días cómo va mi hijo? [Respuesta: podría, pero necesito dormir siete horas al día] ¿Puede darme su número de móvil para preguntarle cómo va Valentín? [Respuesta: sí puedo, pero no quiero]. ¿Puede decirme si mi hijo va a aprobar el curso? [Respuesta: se lo diré si adivina usted antes el número del cuponazo del viernes]. ¿Sabe usted quién es el niño que le rompe el bote de zumo a Mi Lucerito? [Respuesta: se debe a una conspiración judeomasónica]. OCHO: en las reuniones con padres, se demuestra que todos los alumnos “podrían dar mucho más de sí mismos, pero que trabajan menos de lo que deberían”. Esa greguería es fantástica para dejar contentas a todas las madres. También vale si te preguntan por algún alumno al que no conoces bien. En efecto, está feo decirle a una madre que su hijo está alelado y por eso todos los tutores usamos la frase comodín. NUEVE: pues eso, que está feo decirle a una madre que su hijo está alelado y que por eso en las reuniones se transmite siempre la idea de que todo va a mejorar y de que lo hará gracias a la reunión que se está teniendo porque, y como dice la regla DIEZ de este decálogo, ningún tutor se atreve a reconocer en público que las reuniones colectivas con los padres ni arreglan nada, ni cambian algo.

Prof. Cuyami