martes, 16 de enero de 2007

Pingües pingüinos

Se lo achaco al principio de catarro que padezco, pero el hecho ya comienza a preocuparme. Llevo una semana entera teniendo sueños muy raros. En el primero de ellos, me encontraba en una clase de cuarto de ESO y mis alumnos me escuchaban embelesados mientras yo recitaba un fragmento de Juan Ramón Jiménez (eso solo pasa en los sueños). El texto decía de Platero que “es pequeño, peludo y suave, tan blando por fuera que se diría todo de algodón”. Pero entonces, todos a la vez, sin excepción, contestaron: “¡como el pingüino de Guadalinex!” El segundo sueño era bastante más explícito. En él yo era un dibujo animado, me encontraba “rompiendo el hielo”, y el mismo pingüino me perseguía para impedírmelo. De todas formas, de todos ellos, el peor fue el tercero: estaba yo en el Parque Nicolás Salmerón, en Almería, montando en bici y escuchando música cuando vi en uno de sus estanques a Bill Gates echando trozos de pan a los patos. ¡Guadalinex lo había mandado al paro tras convertirse en el único sistema operativo de la Tierra!

Mi psicoanalista me ha suplicado que libere mi subconsciente hablando aquí por fin de este tema porque teme que esto me mande a la tumba. Dichoso el que no lo sepa todavía: la Junta de Andalucía ha iniciado una cruzada contra Windows porque es un símbolo del horripilante capitalismo yanqui. Por ello, ha fundado su propio sistema operativo y una graciosa mascota, un pingüino que todavía no tiene nombre. Cierto es que Linux tiene todo mi respeto por ser una alternativa digna a Windows, pero también es cierto que Guadalinex, que es como se llama el nuestro, no es sino una versión mal simplificada de Linux, una versión creada a toda prisa e implantada con calzador en todos los centros que desde hace un par de años poseen ordenadores en todas las aulas. Muy pronto la cruzada llegó hasta las bibliotecas, hasta los ordenadores de los centros sociales, prohibiéndose en toda institución pública el uso de Windows (espero que nadie dedique un día de su vida a investigar con qué funcionan los ordenadores de los directores de instituto andaluces, ¡se llevarán una gran sorpresa!). Se nos está vendiendo que es una maravilla el cambio porque nos ahorramos pagar la licencia de Windows al ser Gudalinex “software libre”, o sea, programa que cualquiera puede usar sin tener que pagar. ¿Es creíble? ¿Es creíble que haya seres humanos que están creando un sistema operativo nuevo, que lo implantan en miles y miles de ordenadores sin que nadie cobre un duro por ello? ¡Eso sí que es amor a la informática!

Me temo que el truco está en que los programas que todos los profesores sabemos usar (Office, de Microsoft) no funcionan con Guadalinex y que, por tanto, hay que crear otros nuevos. Los programadores ganan dinero con cursos infumables que nos podríamos ahorrar si los programas instalados fueran los de siempre. Además de eso, los ordenadores no son gratis: son los mismos los que nos instalan las máquinas que aquellos que programan los comandos y que dan los cursos. No es gratis, es una trampa: el dinero se lo llevan otros, pero se gasta cuanto menos el mismo. Sin concurso, sin oposiciones: sin demostrar a nadie que es útil realmente que nuestros alumnos trabajen con un sistema operativo diferente del que posee el resto del mundo, del que ellos necesitarán en su vida laboral. Llegarán a la oficina, a sus casas, y encontrarán Word, pero eso ya no puede enseñarse en la escuela, no puede instalarse (salvo en los ordenadores de los directivos, claro), porque el pingüino corporativo andaluz es mucho más simpático y, si hablara, que seguro que pronto lo hará, sesearía y aspiraría las jotas. ¡Pobres de los alumnos andaluces que quieran trabajar en el extranjero!

Muchos programas que usan los ciegos no valen con Guadalinex. Muchas aplicaciones creadas para sordos no valen con Guadalinex. Las presentaciones que los profesores poseemos para dar las clases no se abren bien con Guadalinex. Nada. Nada funciona bien, salvo los ordenadores de la sala de profesores... que sí tienen Windows. Pero nos tenemos que creer que es más barato reinventar toda la informática desde abajo, desde la prehistoria, desde sus cimientos, que pagar una dichosa licencia que no saldría tan cara si se pactara un precio de conjunto. De todas formas, lo que más me preocupa de todo esto es que el tema está revestido de un aura siniestramente cateta. ¿Cuándo podré comprar en el supermercado la Chaves-cola?

Prof. Cuyami