Estoy muy contento. Esta mañana he visto una cosa que me ha gustado mucho y quería comentarla con todos ustedes. Verán, me han contado muchos casos de personas que, por poner un número mal en la lista de posibles destinos para el traslado, por error, acabaron a muchos kilómetros de sus casas. Hay casos donde la confusión de un pueblo con otro, por tener un nombre parecido o porque sus institutos se llamaban de idéntica manera, desencadenó hasta el final de vínculos maritales. Es un tema delicado. Se trataba de una hojita, lo digo para los que no lo sepan, donde había que poner (hasta) trescientos códigos de IES donde te gustaría trabajar. Si cada centro tiene ocho dígitos, rellenabas hasta 2400 dígitos. Para los que somos de letras, especialmente, las posibilidades de error eran… bastantes. Así, cada año. Reitero: un posible error, en muchos casos, no tenía solución. Era vinculante y, para todos aquellos que solicitaban centro por vez primera, no había posible opción para la renuncia.
Total, que alguien ha pensado que ese sistema del tocho de códigos y la hoja de papel en blanco no es muy profesional, ni acorde a los nuevos tiempos. Y han intentado cambiarlo. Han creado una aplicación informática desde la que es posible ver tus centros de concursos anteriores (de tal modo que no es necesario volver a hacer la lista, si ya la rellenaste conforme a tus gustos, ni entretenerte con ese macro sudoku). También te señala el nombre del instituto y hasta un mapita de GoogleMaps para que puedas ver dónde se encuentra aquel IES que has solicitado. De este modo, aquellas personas cuyas preferencias están claras, lo tienen muy sencillo para cada año solicitar su retorno a Ítaca, sin tener que pensar mucho, simplemente validando la lista del año anterior.
Hay más, no se crean. Es posible, por fin, consignar los formularios desde casa, a través del certificado de usuario y/o con la ayuda de la clave de Séneca (que, para los profanos, es la plataforma desde la que evaluamos o pasamos las faltas de los alumnos). También se puede acceder a estos servicios con el nuevo DNI digital. La interfaz (por momentos siento que estoy escribiendo una reseña para Micromanía) es rápida y funciona bastante bien, siempre que se cuente con una conexión a Internet decente. Te permite ver claramente qué has solicitado y, por supuesto, también evita posibles errores en el reconocimiento de los caracteres, puesto que no es necesario usar el OCR para informatizar la caligrafía. Tú lo ves en la pantalla, lo revisas y, si todo está en orden, lo confirmas desde tu casa. Eso hace también que pueda ordenarse de forma directa, en pocos segundos, sin que tengamos que ir en peregrinación a las distintas sedes de Delegación, toda la información. Tal vez, incluso, ayude a dar destinos un poco más justos.
¡Pero tiene más ventajas aún! Hasta ahora, cada año te preguntaban por tu tiempo de servicio, tus cargos y los puntos obtenidos en los cursos y proyectos. Parece poco lógico tener que acreditar tu formación y experiencia cada año, como así era, y por ello existe ya una base de datos común donde van recopilando todo lo que cada uno tenemos en nuestro haber. Si has conseguido algo, desde el concurso anterior, como el título de doctorado, por ejemplo, lo llevas y te lo actualizan. Al ser menor la afluencia, por tanto, al estar casi todo ya en la base de datos, es más fácil compilar el trabajo… y se han permitido el lujo, por ende, de decirnos ya en qué día exacto sabremos nuestros destinos provisionales y definitivos. Hasta ahora, uno sabía cuándo pedía, pero no cuándo sería escuchado. Eso provocaba desconcierto y el nerviosismo de muchos profesores.
Sé que la esperan, pero no encontrarán en este artículo una crítica velada a nada. Me encanta el sistema y, por lo que he podido ver, es un paso bastante interesante en una línea que es útil y necesaria para todos. Me encanta, en serio. ¡Así, sí! Mi opinión es una, aislada e independiente, como siempre. Habrá a quien no le guste este nuevo sistema para pedir destinos, pero a mí sí me gusta. (Además, se sigue manteniendo la posibilidad de entregarlo a mano, para quien siga peleado con las “nuevas” tecnologías). Si esta columna sirve para que alguien dé una palmadita en la espalda a su programador, me doy por satisfecho. Prometo, por la gloria de mi madre, que no lo conozco… y que tampoco es miembro de mi familia ni de mi selecto grupo de amigos.