miércoles, 4 de mayo de 2011

SMS

¡Vamos a morir todos! El lenguaje que los jóvenes utilizan en los SMS hará que la ortografía se resienta. Pronto empezarán a utilizar esos códigos obscenamente deficientes en los exámenes y en documentos públicos. Paralelamente el nivel de tolerancia de la población irá creciendo y llegará un momento en el que la RAE no podrá controlar qué está bien y qué está mal, pues su cometido es “registrar” los usos de la gente y esa gente, precisamente, estará aquejada por el “espíritu LOGSE” y utilizará toda suerte de abreviaturas y apócopes. Los políticos. Las leyes. Pronto una constitución puede estar escrita con caracteres abreviados. Quizá las obras literarias también lo estén. Todo ello hará que las prisas y el ansia de concisión se extrapole a todo. Empezarán los saqueos, los atentados, las redadas de grupos reaccionarios marginales que defenderán una correcta ortografía a la antigua usanza. Habrá luchas entre bandas, guerras civiles, y puede que se llegue al punto de que muchos estén dispuestos a morir por alguno de los dos flancos. La guerra a escala. Ataques cada vez mayores. Y moriremos todos.

O tal vez no ocurra nada eso... y la situación no sea tan grave, después de todo.

En Pompeya, morir a manos de un volcán hace que no te dé tiempo de limpiar la mierda de debajo de tu alfombra, se encontraron miles de abreviaturas y de faltas de ortografía en las inscripciones que abarrotaban la localidad. Abreviaturas de la misma naturaleza que las que mi tía, que es secretaria y que tiene más de sesenta años, utilizaba para comunicarse con sus amigas en la escuela. Estudiaron taquigrafía. Arte muy útil y que se parece muy mucho al código restringido, a los usos ortográficos del TUENTI y del mésenyer. Y ahora que lo pienso llegué a ser filólogo a base de abreviaturas. Porque nadie, ni siquiera los más audaces, eran capaces de tomar nota de todo lo que los profesores indicaban.

Si siempre han estado, y si nunca ha pasado nada, ¿por qué nos asustamos de pronto? No sé si todos estamos de acuerdo en que el objetivo de los docentes es que nuestros estudiantes sepan utilizar la ortografía académica en aquellos contextos que la requieren. Pero... ¿es sano que nos metamos en todos los demás? ¿Qué secuelas reales pueda dejar la utilización prolongada de estas fórmulas? ¿Acaso el objetivo del lenguaje no es “comunicar”, “transmitir información”, siendo la ortografía un uso arbitrario apoyado solo en la tradición? ¿Acaso no ha de evolucionar el lenguaje y adaptarse a los tiempos nuevos... como siempre ha hecho? ¿Acaso no ha habido siempre abreviaturas... pero también un número muy superior al que ahora hay de analfabetos?

Mi intuición me dice que los hablantes se sienten amenazados por los nuevos usos siempre. Siempre sentimos que el eje normativo lo estipula nuestra generación y que las posteriores están “degradando” nuestros usos (correctos). Siempre pensamos que el modelo de infancia y de adolescencia más adecuado es el que nosotros llevamos y, por descontado, pasamos por alto que en nuestros tiempos, en los de cada generación precedente, también se consumían drogas y había embarazos precoces. Pero nos sentimos amenazados, supongo, y todo lo nuevo nos parece una degeneración, porque asumir el cambio nos exige entender que ya no estamos “en la onda”, que nuestro momento pasó. ¡Qué sé yo! Quizá tengan razón todos esos profesores carcas y estemos a punto de morir todos. Quizá que caiga la ortografía sea más peligroso que una caída de bursátil. Solo el tiempo podrá decirlo. Lo que está claro es que como pille algún texto adolescente de todos esos melones que tanto critican ahora el código de los SMS, quizá los publique en mi blog para dejar a más de uno en vergüenza... y administrar un poco de justicia, de paso.