jueves, 16 de noviembre de 2006

¿Quién nos forma? ¿Quién nos informa?

Era la primera clase. Decidí entrar en el aula varios minutos antes y colocar los nombres de mis alumnos en pequeños papeles, dejando después estos sobre sus mesas para que su entrada fuera lo más ordenada posible. ¡Error! Primera decisión, primer error. Yo pretendía que se sentaran por orden de lista y esa idea no era mala, pero no fue un gran acierto utilizar para tal efecto pequeños trozos de papel porque eso en ESO es incitar a la violencia. En efecto, en pocos minutos, formaron bolas de celulosa con las que me apuntaron. En pocos minutos mi idea se había vuelto contra mí y esos papeles amenazaban con convertir a la clase en un pelotón de fusilamiento y a mí en Aureliano Buendía.

La proximidad de la muerte aguza los recuerdos. Al verme allí, frente a treinta adolescentes a los que no era capaz de dominar, vinieron a mi mente un millón de recuerdos. Me acordé de las miles de horas que pasé estudiando: recordé mi formación como licenciado en Historia, las horas en la facultad, los meses que pasé memorizando los setenta temas y ¿qué tenía que ver la formación que yo había recibido con enfrentarme a un grupo embravecido de alumnos? De golpe, mientras temía que las bolas de papel comenzaran a volar, me pregunté si sirve de algo que un historiador dé clases a alumnos que con un poco de suerte llegarán, en todo caso, a conocer la lista de los puntos cardinales y poco más. Tanto tema teórico y al final lo que más en falta se echa es que alguien te explique cómo se hace eso de dar clases. ¿No sería más coherente y lógico que fuera un maestro el que impartiera clase en los primeros niveles? ¿Tengo yo formación suficiente como para dar clases en los grupos 'malos' de primero de ESO? Vayamos por partes: ¿qué formación he recibido yo para merecer esto? ¿Qué sabe realmente un licenciado de didáctica cuando entra en el aula por vez primera?

Los profesores que nos enfrentamos cada día a los alumnos de secundaria demostramos en las oposiciones que somos grandes especialistas en lo nuestro, pero nadie acredita en ningún instante de ese proceso que sabemos dar clases. Es cierto que existe una prueba oral en las oposiciones, pero se trata de una exposición teórica sobre cómo ha de ser una unidad didáctica, pero no de una demostración real de cómo se impartiría. \n\n \nAl salir de la carrera descubrí que para competir con garantías en las oposiciones era conveniente hacer trescientas horas (o seiscientas, según la convocatoria) de cursos sobre didáctica. Más adelante también las prisas me llevaron a desentrañar que esas son horas que los sindicatos intercambian por dinero. \nLa Junta concede como financiación a los sindicatos la posibilidad de impartir cursos homologados que cuentan para las oposiciones, que son puntos extra en la baremación final. También con ello consiguen afiliados: generalmente, si te afilias te sale más barato matricularte en esos cursos y con ello prácticamente te garantizan el aprobado y ellos obtienen también un buen número de nuevos afiliados. Sin embargo, la formación que nosotros acreditamos ante el tribunal con esos títulos se basa a la postre meramente en una demostración de capacidad económica. Cuestan de media un euro por hora: si puedes pagar trescientos euros, tendrás trescientas horas y por tanto también más oportunidades de ser funcionario. Cuanto más dinero gastes, más horas de cursos obtendrás. Estos se superan con trabajos que nadie te corrige y que suelen hacerse entre varios opositores. Es habitual que en una tarde pueda despacharse un trabajo que da derecho a setenta u ochenta horas (¡qué tarde tan bien aprovechada!). Que nadie se engañe: las oposiciones son un negocio y hay quien saca un gran rendimiento de todo esto. ¿Y qué me dicen de Infornet? Más de cien horas de cursos obtuve yo en una sola tarde de trabajo. No hice prácticamente nada y cubrí con eso un tercio de mi formación. No está mal, ¿verdad? Como esta organización hay muchas otras…

Los profesores que nos enfrentamos cada día a los alumnos de secundaria demostramos en las oposiciones que somos grandes especialistas en lo nuestro, pero nadie acredita en ningún instante de ese proceso que sabemos dar clases. Es cierto que existe una prueba oral en las oposiciones, pero se trata de una exposición teórica sobre cómo ha de ser una unidad didáctica, pero no de una demostración real de cómo se impartiría.

Al salir de la carrera descubrí que para competir con garantías en las oposiciones era conveniente hacer trescientas horas (o seiscientas, según la convocatoria) de cursos sobre didáctica. Más adelante también las prisas me llevaron a desentrañar que esas son horas que los sindicatos intercambian por dinero. La Junta concede como financiación a los sindicatos la posibilidad de impartir cursos homologados que cuentan para las oposiciones, que son puntos extra en la baremación final. También con ello consiguen afiliados: generalmente, si te afilias te sale más barato matricularte en esos cursos y con ello prácticamente te garantizan el aprobado y ellos obtienen también un buen número de nuevos afiliados. Sin embargo, la formación que nosotros acreditamos ante el tribunal con esos títulos se basa a la postre meramente en una demostración de capacidad económica. Cuestan de media un euro por hora: si puedes pagar trescientos euros, tendrás trescientas horas y por tanto también más oportunidades de ser funcionario. Cuanto más dinero gastes, más horas de cursos obtendrás. Estos se superan con trabajos que nadie te corrige y que suelen hacerse entre varios opositores. Es habitual que en una tarde pueda despacharse un trabajo que da derecho a setenta u ochenta horas (¡qué tarde tan bien aprovechada!). Que nadie se engañe: las oposiciones son un negocio y hay quien saca un gran rendimiento de todo esto. ¿Y qué me dicen de Infornet? Más de cien horas de cursos obtuve yo en una sola tarde de trabajo. No hice prácticamente nada y cubrí con eso un tercio de mi formación. No está mal, ¿verdad? Como esta organización hay muchas otras…

¿Y qué pasa con el CAP? El CAP es el certificado que todo licenciado necesita para dar clases en secundaria. La Complutense lo ofrece a distancia y no es necesario hacer prácticas si te matriculas allí. Vas un solo día, haces un examen tipo TEST, que es muy difícil de suspender, por cierto, ¡y ya sabes enseñar! ¡Ya tienes tu título! Previo pago, por supuesto, porque todo se consigue en el mundo del CAP a cambio de dinero. En Andalucía, la cosa es ligeramente más complicada, pero tampoco te exigen mucho esfuerzo más. Suele ser necesaria la asistencia a un número elevado de clases teóricas y has de presentar algunos trabajos teóricos que no sirven de mucho. En esas horas presenciales recibimos información, pero raramente recibimos formación. Además de eso, de media impartimos cuatro o cinco clases en institutos reales. ¡Impartes cuatro clases y ya sabes enseñar! Las prácticas son pocas y habitualmente están tan tuteladas por el profesor al cargo que se parecen poco o nada a lo que te encuentras después al enfrentarte con un grupo real. En líneas generales "el CAP sale caro, es aburrido, pero todo el mundo lo aprueba sin mucho esfuerzo y sin aprender nada". Quizá sea que solo me relaciono con incompetentes, pero lo cierto es que tampoco conozco a nadie que afirme haber aprendido a dar clases gracias al CAP. Por el contrario, casi todos los que he conocido en ese caso lo consideran un trámite sin mucha valía. Por su escasa vigencia, en realidad, llegas al instituto sin haber dado clases antes, sin saber cómo conseguir que los alumnos se callen, se sienten y te escuchen. Somos científicos, ¡pero no profesores! Y los alumnos de primer ciclo de secundaria necesitan todavía con más premura la presencia de maestros, de gente que sepa cómo imponerse, mucho más que de especialistas en las distintas áreas. Al fin y al cabo, leer una lista de capitales puede hacerlo casi cualquiera y no es necesario para ello que un historiador supervise las recitaciones.

¿Y qué pasa con el CAP? El CAP es el certificado que todo licenciado necesita para dar clases en secundaria. La Complutense lo ofrece a distancia y no es necesario hacer prácticas si te matriculas allí. Vas un solo día, haces un examen tipo TEST, que es muy difícil de suspender, por cierto, ¡y ya sabes enseñar! ¡Ya tienes tu título! Previo pago, por supuesto, porque todo se consigue en el mundo del CAP a cambio de dinero. En Andalucía, la cosa es ligeramente más complicada, pero tampoco te exigen mucho esfuerzo más. Suele ser necesaria la asistencia a un número elevado de clases teóricas y has de presentar algunos trabajos teóricos que no sirven de mucho. En esas horas presenciales recibimos información, pero raramente recibimos formación. Además de eso, de media impartimos cuatro o cinco clases en institutos reales. ¡Impartes cuatro clases y ya sabes enseñar! Las prácticas son pocas y habitualmente están tan tuteladas por el profesor al cargo que se parecen poco o nada a lo que te encuentras después al enfrentarte con un grupo real. En líneas generales "el CAP sale caro, es aburrido, pero todo el mundo lo aprueba sin mucho esfuerzo y sin aprender nada".

Quizá sea que solo me relaciono con incompetentes, pero lo cierto es que tampoco conozco a nadie que afirme haber aprendido a dar clases gracias al CAP. Por el contrario, casi todos los que he conocido en ese caso lo consideran un trámite sin mucha valía. Por su escasa vigencia, en realidad, llegas al instituto sin haber dado clases antes, sin saber cómo conseguir que los alumnos se callen, se sienten y te escuchen. Somos científicos, ¡pero no profesores! Y los alumnos de primer ciclo de secundaria necesitan todavía con más premura la presencia de maestros, de gente que sepa cómo imponerse, mucho más que de especialistas en las distintas áreas. Al fin y al cabo, leer una lista de capitales puede hacerlo casi cualquiera y no es necesario para ello que un historiador supervise las recitaciones.
"Copiad cincuenta veces en clase no se habla", "ponte de pie en esa esquina", "tienes un parte disciplinario" o cómo contar hasta cinco y gritar "silencio" logrando con ello que la clase enmudezca. ¿A que parecen técnicas sacadas de otro tiempo? Pues no. Hay cosas que nunca pierden vigencia. Sin embargo, la pedagogía es una ciencia en continuo movimiento. Eso sí, el fracaso escolar aumenta cada vez más y sin embargo los sindicatos y la Junta destinan cada vez más dinero a los CEP y a los cursos impartidos por los sindicatos. ¿Se imaginan que la investigación farmacéutica provocara cada vez más muertos? ¿Se imaginan que la medicina cada vez acabara con la vida de más personas? Pues lo cierto es que en educación pasa eso. Cada vez se destina más dinero y sin embargo el nivel baja cada año mientras que el fracaso escolar sí continúa en aumento.Tras estudiar setenta temas, tras hacer un examen de cuatro horas sobre contenidos teóricos, al final resulta que nada de eso me sirve para mandar a callar. ¿Cómo gritar cinco horas seguidas sin quedarte ronco? No es un falso mito, es cierto que realmente muchos profesores salen llorando de su primera clase. El motivo real es la impotencia, la rabia que produce saber que pasaste muchos años estudiando algo que no se parece en nada a lo que vas a hacer el resto de tu vida. En realidad, tan solo un par de los setenta temas que preparé tienen cierta utilidad en las aulas de los grupos conflictivos. ¿Para cuándo aparecerá en el temario de las oposiciones una pregunta específica sobre cómo defenderte cuando te apuntan con bolas de papel?"
"Copiad cincuenta veces en clase no se habla ", "ponte de pie en esa esquina", "tienes un parte disciplinario" o cómo contar hasta cinco y gritar "silencio" logrando con ello que la clase enmudezca. ¿A que parecen técnicas sacadas de otro tiempo? Pues no. Hay cosas que nunca pierden vigencia. Sin embargo, la pedagogía es una ciencia en continuo movimiento. Eso sí, el fracaso escolar aumenta cada vez más y sin embargo los sindicatos y la Junta destinan cada vez más dinero a los CEP y a los cursos impartidos por los sindicatos. ¿Se imaginan que la investigación farmacéutica provocara cada vez más muertos? ¿Se imaginan que la medicina cada vez acabara con la vida de más personas? Pues lo cierto es que en educación pasa eso. Cada vez se destina más dinero y sin embargo el nivel baja cada año mientras que el fracaso escolar sí continúa en aumento.

Tras estudiar setenta temas, tras hacer un examen de cuatro horas sobre contenidos teóricos, al final resulta que nada de eso me sirve para mandar a callar. ¿Cómo gritar cinco horas seguidas sin quedarte ronco? No es un falso mito, es cierto que realmente muchos profesores salen llorando de su primera clase. El motivo real es la impotencia, la rabia que produce saber que pasaste muchos años estudiando algo que no se parece en nada a lo que vas a hacer el resto de tu vida. En realidad, tan solo un par de los setenta temas que preparé tienen cierta utilidad en las aulas de los grupos conflictivos. ¿Para cuándo aparecerá en el temario de las oposiciones una pregunta específica sobre cómo defenderte cuando te apuntan con bolas de papel?"

Prof. Cuyami