domingo, 28 de septiembre de 2008

Contra Dios

La frase es clara y concisa. “Dios ha muerto”. Sin más, sin matización posible. Sin embargo, tendemos a ser los lectores muy poco curiosos. ¿Cómo murió? ¿Quién lo mató? ¿Alguien exigió responsabilidades penales? ¿Qué arma fue utilizada? ¿Tuvo el mayordomo algo que ver en todo esto? Por deformación profesional tiendo a imaginar a ciertos seres mitológicos dándose puntapiés en la tripa y proclamando epitafios redondos, anacrónicos para tanto dolor. Acaso, si Dios murió, ¿una de las puñaladas recibidas no ha de ser semejante a las que están recibiendo los profesores de Religión hoy en día? Me pregunto si la deidad receptora de tantas procesiones, a las que asisten tantos cargos electos de diversos partidos a los que no quiero señalar, lograría verle la cara a su asesino, antes de expirar. Parece claro, un nivel por debajo, que los profesores de Religión están revolviendo sus sábanas un septiembre más, sin descubrir el puñal en sus espaldas, sin saber qué será de ellos, desconociendo todavía el plan que ha de dejarlos sin pan y sin sangre. Intuyen una fecha de caducidad implícita, lenta, inapelable, que lapida las conciencias sin piedad, que dilapida los corazones y dilata las esperas, que les va quitando horas cada año, sin que esté en su mano evitarlo. Horas de sueño. Y horas de clase.

¿Cómo es posible que aumente el número de alumnos, apuntados en Religión en un centro, y que disminuyan el número de horas de Religión concedidas por la Administración para estos? ¿Cómo es posible que los grupos de Alternativa de mis jefes tengan dos y tres alumnos y que la Junta los obligue a fusionar los cursos de los profesores de Religión surgiendo mezcolanzas de más de treinta alumnos? Se han reducido drásticamente el número de horas, mientras se despilfarran sueldos en profesores de planes bilingües de resultado nefasto. A nadie se le derraman los anillos por acumular a destajo profesores de Lengua en un solo grupo y, por el contrario, se reduce cada año el sueldo a un colectivo de profesores que también poseen familias, hipotecas, responsabilidades… Llega septiembre y se les cae un dígito del sueldo por la falta de un par de horas lectivas. Surgen mileuristas de sesenta años sin que se tenga en cuenta la labor realizada a lo largo de los últimos veinte, tras asegurarles todos los veranos que la situación está resuelta a medio plazo. ¿Y qué más? Repito la tesis. No baja el número de matriculados y sí drásticamente el número de horas (el pasado curso suprimieron, porque sí, 1.170 y esta vez la sangría ascendió hasta las 2.465, según los sindicatos). Saquen ustedes sus propias conclusiones porque a mí me pone de mal humor explicitar el corolario.

En cierto papel de cierto sindicato descubro que prometieron mantenerles el sueldo, hace un año, cuando firmaron sus contratos indefinidos. Ni de roña. En otras comunidades se han buscado fórmulas para que estas familias no tengan problemas, para que el sueldo de todo un curso no esté pendiente de la foto finish de septiembre. ¿Quién se hará esa foto? ¿Qué sindicato aparecerá apretando las manos (o los atributos) de quién? En algunas comunidades socialistas se les ha permitido a estos docentes completar sus horarios a través de diversas tareas de apoyo a sus respectivos centros. Aquí, no. Lo comprendo. A los cristianos si les das pan, te lo consagran. ¡Al enemigo ni agua! “Si son tan buenos, que pongan otra mejilla”. Si les quedan mejillas, claro.

¿Qué será lo siguiente? Que lo digan claro, por favor. Estos trabajadores tienen contratos indefinidos y, por el contrario, nadie parece dar crédito a que las condiciones vayan a respetarse de cara a próximos cursos. ¿Reducirán el sueldo a los profesores de Latín cuando descubran que se trata de una lengua difunta, también? ¡Qué sé yo! Si yo fuera padre, protestaría ahora. Si deseo que mis hijos, en un futuro, puedan estudiar Religión, este es el momento de quejarme. Para todos los demás, para todos los ateos de Andalucía, os filtro que pretenden a medio plazo quitaros también la oportunidad de decir “no” (¡con lo mucho que desahoga hacer apostasía!). Me da por pensar que van a privarnos de la capacidad de elegir y, probablemente, lo siguiente sea robarnos también nuestra facultad para pensar (diferente).