domingo, 12 de octubre de 2008

Diverso y divertido

Me sorprendí sintiéndome dolido cuando uno de los chicos de la primera fila me dijo que me echaba diez años más de los que tengo. Para ellos cualquier persona con más de veinte es un anciano, me dije, pero lo cierto es que cada día que pasas aquí, envejeces una inmensidad. No obstante, todos seguimos buscando el paraíso perdido, todos seguimos recorriendo los pasillos con el deseo de colmar nuestros sueños, aquellas esperanzas que teníamos antes de ser profesores: ideales de paz y bien. En suma, hallar la fuente de la eterna juventud. Anoto en mi libro de ruta, recorto más y más señas y esquinas. De pronto, tengo una revelación. Cruzo el umbral y topo con ellos.

Paso ocho horas a la semana con los chicos de Diversificación y puedo decir con la boca bien grande que son lo mejor que me ha pasado en esta profesión nunca. Acostumbro a dar mucha cera al sistema, pero no se me caen los anillos por admitir que la Diversificación es uno de los mayores aciertos de todas las reformas hechas desde que las Olimpiadas de Cobi incendiaran su pebetero. Para los no versados, resumo el plan. Toman a ocho o diez alumnos, de tercero o cuarto de ESO, a los que les cuesta trabajo estudiar. Han de ser trabajadores, voluntariosos y, sobre todo, no presentar problemas de disciplina. Se les asignan dos profesores de referencia (uno les imparte ocho horas de las asignaturas de letras y otro, otras ocho de ciencias). Al ser un grupo muy reducido, prácticamente puedes tratarlos como si fueran clases particulares. Al final de los dos años obtienen, si han hecho bien su trabajo, el título y con él pueden acceder a un ciclo formativo… ¡o hacer lo que quieran! A priori pensé que el resto de alumnos arremeterían contra ellos, que se quedarían muy aislados por las peculiares características que presenta dicho grupo. Sin embargo, no he visto ningún indicio de ello, hasta la fecha. El resto de asignaturas sí las comparten con el resto de alumnos del grupo y nadie se extraña porque salgan del aula ordinaria unas cuantas horas. Con ellos, y por primera vez desde que ejerzo esta profesión, me encontré con chicos que realmente quieren aprender, que guardan silencio, que son educados y respetuosos contigo. He conocido ya varios grupos de diversificación a lo largo de estos años y he de reconocer que todos ellos tenían una calidad humana muy superior a la media del resto de clases. Es un placer trabajar con ellos y estoy convencido de que ese clima de trabajo es más que adecuado para personas con capacidades algo limitadas o que presentan cierto retraso por venir del extranjero, por pertenecer a estratos sociales muy bajos o por haber tenido cualquier tipo de experiencia traumática. Tienen asignadas, también, visitas periódicas de la orientadora para que los ayude en todo lo relacionado con las técnicas de estudio. Ella los anima, también, cuando tienen la moral algo más baja. Todos mejoran y la mayoría consigue sus objetivos, si la selección ha sido hecha correctamente. Los profesores consideramos la Diversificación un premio para el alumno… pero también lo es para nosotros.

Desafortunadamente, hay padres que no aceptan que sus hijos vayan a “díver”. Algunos docentes se han dedicado a difundir la leyenda de que es un “grupo para tontos”, cuando en muchos casos el nivel de estos alumnos no es inferior al de los otros terceros y cuartos. No recortamos los contenidos, aunque sí se los hacemos más asequibles. Cuando tú nominas a un alumno para ir a Diversificación y su madre o su padre no dan su consentimiento, la impotencia que sientes es indescriptible. Los docentes siempre buscamos el bien de nuestros alumnos. Por tanto, si yo fuera padre y el tutor de mi hijo me dijera que lo mejor para mi vástago es ir a “díver”, le daría un abrazo a ambos. Podría estar seguro de que el comportamiento y esfuerzo de mi hijo son máximos, porque la oferta recibida es un premio… pero también estaría feliz porque sé que va a ser tratado con el mayor esmero posible, porque participará del grupo más selecto de todo el instituto, pasando a tener a huevo el título de graduado.