martes, 14 de octubre de 2008

La bandera de los padres

La arrogante niña de mejillas sonrosadas que pare en las películas un precioso texto sobre las barras y las estrellas, en mi barrio no pasaría del tercer telediario. En todo caso, saldría en el segundo, en el de mediodía: le pegarían una paliza, la grabarían con el móvil y Matías Prat hablaría de ello. Sin embargo, echo en falta un poco de patriotismo barato en mis aulas. Despierta esta columna tras un puente cito sobre nuestra fiesta nacional y dedico diez minutos de mi tiempo a pensar cuántas veces escuché el himno español en la escuela. Supongo que… tantas como mis alumnos, tantas como puntos sacó en Eurovisión la canción de Remedios Amaya. Así de raro soy: me planteo si alguien alguna vez me explicó por qué la bandera es roja y amarilla. A duras penas recuerdo de dónde procede “Hispania” y tomo conciencia de que no podría citar las provincias de Castilla León, ni con una chuleta. El doce de octubre es la fiesta del descrédito, por tanto. ¿Qué es eso de Pilar? ¿Qué pasa con la Patria? De verde y blanco se llenan los calendarios en febrero. Nuestros infantes aprenden la letra del ídem y la cantan sin excesivo sarcasmo. Las aulas son verdes y blancas, en muchos institutos, pero jamás vi ningún elemento ornamental nacional. Pregunta: ¿dónde termina España? Respuesta: donde comienza Andalucía. De “plus ultra”, ni mijita. Los papeles timbrados, lo son en andaluz. Los impresos donde se justifican las faltas, las papeleras a donde varan estos, todo rezuma un andalucismo anacrónico para una comunidad sin patria, donde el porcentaje de nacionalistas se aproxima al de testigos de Jehová. Pero de España, ni rastro.

Puedo comprender y comprendo que las competencias en materia de educación estén transferidas a las autonomías. Mi nómina, en última instancia, la respalda Chaves y no Zapatero, lo cual está muy bien porque a la hora de quejarme me queda más cerca Heliópolis que la mansión del otro. Me parece bien la legislación y ni entro ni salgo, porque es lo último de lo que me acuerdo cuando veo a un chico que no se sienta [del verbo ‘sentar’] de forma correcta. Ahora bien, ¿no deberíamos conseguir que nuestros chicos se sientan [de ‘sentir’] un poco más españoles, también? ¿Dónde quedaron las actividades para conocer al resto de comunidades? ¿No deberíamos, desde la escuela, borrar las diferencias entre vascos y catalanes, mitigar los odios, hermanar las regiones y no disgregarlas? No nos damos cuenta, pensamos que el separatismo emana de otras regiones, pero nosotros no fomentamos la común unión, tampoco: se aventan los tópicos en las explicaciones y se pasa de puntillas sobre los temas geográficos, literarios e históricos que se centran en otras regiones.

Por desgracia, y para más guasa, en nuestros centros toda referencia nacional se asocia con el fascismo por parte de los alumnos… pero también de no pocos profesores. Solo los adolescentes de ciertos colegios privados llevan banderas de España y no son, precisamente, apreciados por ello, salvo en sus restringidos círculos sociales. No hay, en general, en la pública, demasiadas pegatinas con banderas, ni referencia alguna al toro o al escudo hercúleo, en las carpetas de los alumnos. Y casi mejor. Lo prefiero porque evita problemas y todo lo que evite problemas tiene mi apoyo. ¡Ah, por cierto, he recordado otro! Existe otro distintivo fabuloso. Sí, por supuesto. Como la ley así lo establece, el retrato del Rey ha de presidirnos. Estar… está, claro. Pero resulta curioso cómo se esconde en vete tú a saber dónde. En algún despacho oscuro, en algún pasillo poco frecuentado, en un departamento que casi nadie abre… allí te toparás, en alguna guardia de abril, cuando ya descartabas hacer descubrimientos nuevos sobre el edificio, con un deslucido retrato de Sofía y de Juan Carlos, más abandonado que el Cristo de Marcelino pan y vino en su desván. Buscarlo equivale a iniciar una expedición para hallar un tesoro. Delata la importancia que tiene España para nuestro sistema educativo.

Vamos camino de ser reconquistados desde dentro, por pura abulia. Si no tenemos letra que cantar, si no existe un poema elocuente, me conformo con poseer al menos una alineación campeona o una lista de empresas del IBEX-35 en la que creer cuando tenga los ojos cerrados. “España” es, en la escuela, un tabú mayor que el sexo. ¿Están peleados los modelos educativos y los términos medios? Añoro un poco de más cordura. En serio, ¿tanto trabajo cuesta llegar y no pasarse?