miércoles, 11 de marzo de 2009

Carta de un viejo amigo (inédito)

Manuel es delegado de la Facultad de Filología Hispánica. Hace unos días se puso en contacto conmigo para pedirme una columna prestada. Y yo, que no sé decirle que no a los amigos, cuando estos tienen motivos para recibir un “sí”, así lo he hecho. Cito. Esta columna no es mía, que conste. Le presto mi voz.

Se ha gastado ya suficiente tinta en mentir sobre la reforma universitaria europea (el famoso “Plan Bolonia”); de ahí que, a estas alturas del juego, sólo quepa retar a sus defensores a un debate público en el que se analicen, no abstracciones, sino datos concretos y leyes entrecomilladas. No sé a quién pretenderán engañar con la milonga de que en realidad “todo seguirá igual”. Algo así sólo puede sostenerse desde el más absoluto desconocimiento de la legislación educativa de la última década. ¿Para qué organizan entonces todo este cambio a nivel europeo, costoso, polémico y problemático? ¿Para qué entonces esa obsesión con que todo esto salga adelante, llegando a reprimir, expulsar y judicializar a los estudiantes?

Es insultante que resten veracidad a nuestras afirmaciones. Es incurrir en un falso debate. Podemos debatir si nos parece bien o mal que el agua tenga la propiedad de mojar, pero no podemos debatir seriamente con alguien que afirma que el agua en realidad seca. La incursión de empresas privadas en la financiación, dirección y gestión de la institución universitaria, a través de los Consejos Sociales y la ANECA, es algo que figura explícitamente en la LOU y el Real Decreto 1393/2007. ¿Cómo negar la existencia de leyes que son hechos y que han sido publicadas en el BOE?

En un debate con un mínimo de seriedad, los pro-Bolonia tendrían que argumentar por qué para ellos es positivo que los empresarios asuman esas funciones. Negando hechos sólo consiguen hacer el ridículo. ¿Cómo negar la subida del precio de las carreras si esa medida ha sido aprobada por la Conferencia General de Política Universitaria y publicada en prensa? ¿Cómo negar que las nuevas carreras de Bolonia van a ser mera formación profesional, si es lo que dicen las propias leyes que tanto defienden? ¿Cómo negar que han bajado las becas, si cualquier persona que tenga internet puede consultar el Real Decreto 675/2008 y verlo con sus propios ojos? ¿Cómo negar que la única posibilidad de formación especializada será hacer un carísimo máster, o que el 90% de ellos no están becados, si esto es algo que reconoció públicamente el propio Gobierno y no tienes más que ir a matricularte en uno para comprobarlo? Si no tienes dinero, no podrás estudiar. Pero si no trabajas, no tendrás dinero. Al establecerse la asistencia obligatoria, no podrás trabajar. Ergo estás acabado.

Con las nuevas prácticas en empresas, ¿dónde vas a trabajar cuando te gradúes? Muchos puestos de trabajo estarán siempre cubiertos por estudiantes en prácticas. ¿Qué empresario te va a contratar si puede disponer de trabajadores gratuitos cada año? ¿Cómo las grandes fortunas van a estar contra Bolonia, a la vista de eso, o a la vista de que los bancos podrán ofrecer “becas-préstamo” con intereses a los estudiantes? Si, como dicen las nuevas leyes, la concesión de financiación pública se condiciona a la previa obtención de financiación privada o al número de empresas creadas por los graduados, ¿qué será de las humanidades? ¿Quién financiará la filosofía, la historia, la literatura o el arte?

Estas son sólo algunas de las preguntas que los estudiantes hacemos y que nuestro Gobierno, que se dice progresista, se niega a contestar. Mientras tanto, a la espera de algún argumento que nos rebata, lo seguiremos gritando bien alto: ¡No a Bolonia!