No me gustan los plagios. Cuando consigo dormir, evitando con mi adarga la sombra ocre de mi inspector, se me presenta en sueños un alto cargo de la SGAE para destruir mis ansias de gratuidad, mi fe en una cultura que traspase barreras económicas y sociales. No me gustan los plagios porque, pese a las columnas que perpetro a veces, tengo espíritu de librepensador y me fastidiaría bastante que alguien se aprovechara de mi trabajo impunemente. Pese a todo, esta mañana me ha llegado un correo electrónico firmado por Mónica Escobar y quería darle difusión, como ella me pide, aunque no me gustan los plagios. Ya la invitaré a un café… si logra encontrarme, claro.
Presento una supuesta carta de una alumna de quinto de Primaria. Como sabrán ya, se ha destinado una importantísima partida de ordenadores para dicho nivel. Esta inversión no solo se ciñe a Andalucía, por supuesto, así que contamos una vigencia absoluta en demasiados lugares. Por desgracia, el lugar hipotético que se vislumbra en los panfletos publicitarios poco tiene que ver con demasiados hogares. Esta es la primera vez que extraigo un fragmento de Internet y me he impuesto de penitencia no volver a hacerlo en las próximas cien columnas que escriba… ¿Qué le hago si yo no hubiera sido capaz de escribirlo mejor que ella? ¡Que lo disfruten!
“Hola, me llamo Marta. La semana pasada nos trajeron un montón de ordenadores, para todos menos para el profesor. Nos pusimos muy contentos porque pensamos que también nos traerían una pizarra nueva, sillas nuevas, un telescopio, material nuevo de laboratorio y que nos arreglarían la calefacción. Pero no, sólo trajeron ordenadores. El primer día no hicimos nada con ellos porque nuestro profe no sabe informática. Dijo que ya miraría algo en casa, pero María (la empollona) le contestó que ella podía enseñarle, pues en su casa tiene un ordenador y sabe manejarlo. Todos nos reímos, pero el profe no.
El profe también dijo que eran para nosotros y que nos los podíamos llevar a casa. Yo cogí el mío y lo guardé en la mochila, pero a mi amiga Mati se le cayó y se le rompió todo (el profe le hizo una foto). A Luis se lo robaron unos gamberros mientras volvía a casa y a Santi se lo rompió Mateo, el niño que nos pega a todos. En clase los que más usan el ordenador son Toni y Andrés. Son dos niños un poco retrasados y que antes sólo molestaban. Ahora con el portátil les ponen una película de dibujos y están más callados.
Ayer nos explicaron cómo sacar información de Internet y nos mandaron deberes para buscar en casa. Mi papá, que ahora no trabaja, dice que no tenemos dinero para Internet, por eso no he podido hacer los deberes esta semana. A mi hermano mayor también le van a dar uno y él está muy contento pues dice que podrá colgar fotos y chatear con las chicas. También me ha dicho que, a partir de ahora, no tendrá que fijarse en las faltas de ortografía pues el ordenador las corrige automáticamente”.
Volvemos a lo de siempre. Este es el precio de realizar las inversiones sin contar con la opinión de los verdaderos especialistas. Volvemos a lo de siempre: las inversiones son desiguales y mientras que el despilfarro prosigue, nosotros hemos de manifestarnos para lograr que cubran todas las plazas vacantes. Volvemos a lo de siempre: implementan ciertos materiales, pero no se forma a los docentes para que aprendan a utilizarlos. Más aún: las reformas educativas pretenden arreglarle la vida a la gente, pero sin tener en cuenta sus verdaderas necesidades. Todo por el pueblo, pero sin el pueblo, vaya. Vivimos una especie de Ilustración, pero sin luces. Vivimos instalados en un nepotismo tosco en el que todo parece parcheado, sin criterio, sin vigencia. Casi todo carece de continuidad porque lo único que verdaderamente lava las caras, y siega los votos, es la rabiosa novedad.