jueves, 26 de febrero de 2009

¿Nota o tiempo?

Dicen que el tiempo todo lo cura, pero no me queda claro qué cura al tiempo. En el mundo de los interinos, el tiempo siempre lo ha sido todo. Si llevas en el cuerpo dos meses eres mercancía. Sin embargo, aquellos que alcanzan la mayoría de edad tienen más privilegios que aquellos que somos funcionarios. Encuentras interinos que, tras quince o veinte años siéndolo, no desean sacar las oposiciones porque ello los arrastraría a perder su posición de privilegio: los funcionarios, los que comienzan a serlo, han de peregrinar por destinos lamentables. La interinidad prolongada te asegura cierta bonanza. Cambias cada dos años de centro, cierto; pero no te apartas de tu capital porque eres siempre el número uno para cubrir vacantes y eso, aunque parezca extraño, es algo que da privilegios a los cuales los funcionarios tardamos décadas en aspirar.

De pronto, y sin preguntar a nadie, la Junta toma la siguiente determinación: “ordenaremos las bolsas según la nota de las oposiciones y no en virtud de la antigüedad”. Cada dos años será preciso ganarse el jornal. Según esto, todos aquellos que se apoltronaron, tiempo ha, en una hamaca incierta a la par que confortable, serán precipitados, caerán de su estatus, serán vareados y, de pura madurez, los sustituirán los opositores del mañana, aquellos que parte de cero, máquinas de estudiar que se quedaron en las puertas del Olimpo. ¿Y ahora qué? ¿Qué opinión os doy, si no lo tengo claro? Existe cierto nerviosismo porque podría darse el caso de que cientos de hipotecas se queden en suspenso, muchos sean arrojados al paro tras muchos años, se queden esperando una llamada que no volvería a llegar. Algunos, mayores, sin recursos neuronales para acometer unas oposiciones, remojan sus barbas. ¿Ha de regalárseles, de nuevo, la plaza a los “pata negra”, por caridad cristiana? ¿Convertimos en funcionario a todo aquel que lleve en esto cierto número de años, también a todos aquellos que no desean serlo? Me quedo sin ideas.

Pienso en todos los chicos que buscan su sueño de ser profesores. En muchos casos, y tras unas oposiciones lamentables, tras enfrentarse a un sistema injustísimo tras el que ni siquiera se les explicó qué nota sacaron en cada examen, sin oportunidad alguna de reclamar con solvencia, tras años preparándose, se encuentran sin nada. Y merecen más, claro. Merecen ser profesores porque son, a día de hoy, los mejores y más preparados de entre todos los aspirantes. También es cierto que me encuentro cada día con interinos abnegados que no atesoran en su haber tantos conocimientos, pero que sí cuentan con mucha experiencia, que llevan en esto muchos más años que yo, que tienen una solvencia insultante a la hora de enfrentarse a los quehaceres del día a día. ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo resolvemos?

La cuerda se romperá por el extremo más débil. Como siempre. En este caso, los interinos lo tienen todo entre sus manos. Se acerca una huelga… y funcionará. Al fin y al cabo, el uso indica que está mal dejar en la calle, sin trabajar (que es lo mismo), a docentes que llevan mucho tiempo haciéndolo bien. Nótese que una parte de mí me obliga a decir que algunos se lo merecerían porque descuidaron su formación hace tiempo y ofrecen un rendimiento lamentable. No obstante, ¿cuántas personas justas hacían falta para salvar Sodoma y Gomorra de la quema? Los hay. Hay muchos interinos que merecen que esta columna los apoye, aunque no puedo mostrarme incondicional porque ocurre, esta vez, que ninguna de las soluciones es justa del todo. Resulta cruel quitarle la vista a quien ve. El ciego de nacimiento no ansía ver, aunque los videntes creamos que sí. No sé, es raro. En ambos bandos tengo compañeros y no quiero frivolizar con el pan de nadie. ¿Los ordenamos por nota o por tiempo de servicio? En cualquier caso… es duro. Me pone triste este tema. Mi única certeza es que la decisión debe ser sostenible y sostenida. ¡Todos estamos hartos de que las normas del juego cambien con tanta frecuencia! No somos mercancía. No somos maquinaria. No buscamos el PER. Queremos trabajar y hemos luchado muchísimo para poder hacerlo. Queremos reglas claras e inamovibles. Así todos sabremos a qué jugar y no habrá llantos en septiembre. Así nadie se meterá en hipotecas cuyo pago depende de una firma, de una publicación en web, de los peregrinos designios de alguien que jamás da la cara. Que conste: por si acaso, yo haré huelga junto con mis compañeros interinos. No es mi guerra, pero ellos me salvan la vida todas las mañanas. Estamos juntos en esto. Supongo.