miércoles, 4 de agosto de 2010

Cinco por ciento

Honestamente, pocas cosas me preocupan menos que el dinero. El desamor, el Mundial de fútbol y, si me apuras, hasta la política... todo ello es más importante. Para mí. Atesorar dinero, acumularlo por acumular, me parece una idiotez. Es cierto que tener dinero te permite hacer cosas y hacer cosas está bien. Comprar cosas no está mal. Por tanto, tener dinero es bueno, ¡a qué negarlo!, pero no es tan bueno como malo no tenerlo. No tener dinero sí es algo grave. No tener dinero sí te lleva irremediablemente, en esta sociedad nuestra, a tener muchísimos problemas. Tener dinero, por el contrario, no te permite conseguir las cosas que verdaderamente nos hacen felices. Al menos, yo lo veo así.

Tras esta lección de educación en valores, que no termino de creerme ni yo, aunque haya sido sincero en ella, quiero comenzar pidiéndole perdón al mundo por ser funcionario. Lo siento: yo saqué unas oposiciones tipo A. Sé que hay a quien le molesta nuestra existencia. No presumo de ello, pues yo soy profesor, y no me siento cómodo bajo la etiqueta de funcionario. ¡Pero lo soy! ¡Ya es hora de salir del armario y de reconocer mi condición! ¡Se da la casualidad de que competí contra muchos otros y que gané! Desde aquí, y con algo de retraso, pido perdón por ello. Y ya que lo soy, me defiendo por serlo: lo que tenemos, nos lo hemos ganado. Le pese a quien le pese. Nuestras condiciones laborales son las que son y, aunque es comprensible que nos bajen el sueldo un cinco por ciento, tenemos derecho a quejarnos. A ningún trabajador le gusta que le alteren su nómina, a la baja, o que le supriman prestaciones.

Parece que por el hecho de que haya otros en peor estado, no tienes legitimidad para quejarte tú: eso es una auténtica gilipollez. Nos quejamos por la improvisación con la que se gesta la medida, por la falta de información previa, por la chapuza política en la que vivimos. Nos quejamos porque entendemos que había muchas otras soluciones. Nos quejamos porque se ha derrochado el dinero en ministerios inservibles, por ejemplo, y terminamos pagando los recortes personas que hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos. No sé de Economía más que de ciclismo. Ahora bien, ¿qué sentido tiene prometer cuatrocientos euros por la patilla antes de empezar una legislatura y después, a las bravas, pegarle un tajo a los trabajadores, por una cantidad muy superior, dentro de ese mismo cuatrienio? Es estúpido y está bien alzar la voz contra las acciones estúpidas.

Pienso hacer la huelga del 2 de junio… o el día que sea. Lo que me sorprende no es que los funcionarios hagamos huelga. Lo que me sorprende es que nosotros que somos, en puridad, el colectivo más acomodaticio de todos, vayamos a ser de los primeros. Lo sorprendente no es que se nos ocurra quejarnos, lo paradójico es que los demás no se hayan quejado con más fuerza. Admito que otros tienen problemas mayores que la reducción de un puñado de euros. En tal caso, ¿por qué a ellos no se les escucha más? Nos limitamos a hacer lo que otros no hacen, pues para nosotros es más fácil. Asumo que somos muchos, que somos un colectivo poderoso. Por tanto, también acoplo a nuestra causa la necesidad de dar la cara y de defender la necesidad de un cambio en la gestión económica, de una nueva manera de hacer las cosas. Nuestra crispación, por una reducción en el sueldo, es la misma que tantos españoles en paro poseen. (Aunque a menor escala, es la misma). Si nosotros nos vemos legitimados para hacer un día de huelga, ¿qué no habrían de hacer ellos?

Escuché decir a un compañero que dará cinco minutos menos de clase por cada cien. No seamos estúpidos: somos privilegiados. Antes bien, la profesionalidad va más allá del sueldo, de las condiciones laborales y de los problemas que puedan surgir en nuestro gremio. Trabajamos por dinero, claro. Pero tenemos un buen salario, más que justo, y lo seguirá siendo aunque cobremos un cinco por ciento menos. Además, tenemos una fuerte responsabilidad social que va mucho más allá del dinero. Ahora bien, a ningún trabajador le gusta que le guinden lo que siente que es suyo. Y ese es nuestro caso.