miércoles, 4 de agosto de 2010

Hoy hago huelga

No voy a llorar. Ni vestiré de negro. No pienso manifestarme ni gastar mi dinero para ir a ningún lugar. Hoy, en esta mañana de martes, pienso haberme levantado tarde. Bajaré las persianas para que la claridad de junio no me saque de las sábanas antes de tiempo. Trataré de haber ligado. Saldré a desayunar fuera, compraré el periódico y leeré todos los artículos, menos el mío. Habrá quien piense que hago la huelga para tener un día más de vacaciones y no es verdad. Pero ya que la tengo, lo hago. La lucha, casi siempre, parte de la ira. La ira desaparece con un buen café y con una tostada de tomate y aceite. (Esto es una huelga funcionaria). Definitivamente, mientras tú lees esto, yo estaré haciendo huelga y viviendo un maravilloso día de domingo, en martes. Estoy seguro de que la mayoría de padres del IES no mandarán a sus hijos a clase. Y se acordarán de nosotros y de nuestras madres, porque piensan que trabajamos poco. Me da igual. No me importan. Igual que yo no les importo a ellos.

Hago huelga porque llevo toda la vida haciendo las cosas bien. He trabajado muy duro para llegar a tener un buen puesto de trabajo. Nacieron cien niños el mismo día que yo. De esos cien, cincuenta no llegaron a empezar el bachillerato. De esos cincuenta, solo veinticinco lo terminamos. De todos esos, solo ocho terminamos una carrera universitaria. (Y redondeo al alza, que conste). De los que lo lograron, alguno trabaja con familiares, otros montaron una empresa. Solo tres nos atrevimos a afrontar unas oposiciones de tipo A y yo fui el que las sacó. No tengo mérito, tuve suerte. Pero también quiero lo que es mío. Estamos hablando de muchos años de esfuerzo, de dedicación constante. Si echo cuentas, vivo peor que muchos de los que estudiaron menos y bebieron más. Vivo peor que otros jóvenes que sí reciben ayudas para comprar una casa, a los que no les cuesta trescientos euros al mes la gasolina. Ellos viven mejor porque tienen a su familia más cerca, porque han escogido dónde vivir. Y a ellos nadie los mira con el desprecio de “tú eres funcionario, no tienes problemas”.

Hemos luchado mucho. Muchos trabjadores nos miran con desprecio porque alguien les ha inculcado que los funcionarios no somos trabajadores, que somos parásitos que vivimos de las arcas del Estado. Pero somos gente honrada, en la mayoría de los caso, que competimos y que ganamos, a los que nadie nos ha regalado nada, pues entramos en la única empresa en la que el enchufismo casi no existe. Pues bien, ahora nos quitan lo que con tanto ahínco conquistamos. Nos roban lo que es nuestro, lo que nadie antes nos regaló. Nos hacen polvo el bolsillo para que saquemos al Gobierno de una crisis que no provocamos nosotros. Vamos a la huelga porque se van a alterar las condiciones laborales, de un modo bajista, sin pacto, sin acuerdo, por un golpe injusto sobre la mesa.

No es por el dinero, es por mi dignidad por lo que hoy no iré a trabajar. No es por dinero, es porque si uno no se atreve a parar, a desafiar al poder, a llevar la contraria a quien te paga, hacen contigo lo que quieren. Si hoy estoy durmiendo hasta tarde es para que se den cuenta de que toda la sociedad española está cabreada. Los parados, los funcionarios, los autónomos, la patronal y hasta los sindicatos... Si todos estamos cabreados, será porque algo no se está haciendo bien. Y si algo se está haciendo mal la solución no es agachar la cabeza y mirar hacia otro lado. Tampoco seguir trabajando. La solución es gritar bien fuerte que ciertas cosas han de cambiar.

Jamás me ha interesado demasiado la política. Ahora bien, no me gusta que me engañen y me siento engañado. Me da igual quién ganara la Guerra Civil y quién se toma los cafés con Bush o con Fidel Castro. Me da igual, no me importa. Solo quiero que los gobernantes gestionen los recursos con un poco de cabeza, que las nóminas no bajen, porque los precios sí suben. Solo quiero vivir en un país donde la gente no lo pase tan mal. Porque yo estoy bien, nosotros vivimos bien, y estamos cabreados. Estamos cabreadísimos. Por tanto, ¿qué no sentirán aquellos que lo pasan verdaderamente mal?

Las columnas que quedan para terminar este curso serán sobre docencia, sobre las clases, sobre las oposiciones y no sobre política. No me gusta meterme en política. Pero hoy no voy a dar clases y, por tanto, no me parece muy coherente hablar de un trabajo que hoy no tengo ganas de ejercer. Y punto. Porque no me apetece arrimar el hombro para sacar del apuro a gente que no se lo merece. Punto. Así de egoísta soy. Todo el mundo sabe que los funcionarios somos malas personas. Será eso lo que me pasa. Ya mañana tendremos tiempo para retomar las lecciones, para explicar todo aquello que los niños hoy no aprenderán.