miércoles, 4 de agosto de 2010

Decíamos ayer... (explicación)

Hoy, día cuatro de agosto, he colgado muchísimas columnas (unas veinte). Los que me seguís por prensa habréis visto que no he dejado de publicar artículos en EL MUNDO cada semana, en ningún momento, como vengo haciendo desde hace cuatro años. ¿El motivo por el que he dejado de colgarlas en Internet? Que cada cual piense y se imagine una justificación plausible. No ha sido, en ningún caso, pereza o desgana. Ha sido, en todo caso, la asunción de un consejo... de un abogado.

No han sido meses fáciles para mí, en lo personal. En realidad, nada importa mi vida personal, pues el que escribe (el personaje) no es la persona (quien vive). Y quien vive no le interesa a nadie, claro. Se sigue la vida del columnista, las desventuras de un docente anónimo. Yo, la persona, no importo. Solo soy el símbolo de mucha gente y ni siquiera tengo un nombre propio de pila. Ni más, ni menos. Hay quien no lo entiende, pero es así.

Mis jefes me han dicho que el año que viene sigo en EL MUNDO. Comenzaré en septiembre y será mi quinto año. Estoy muy ilusionado porque cambio de centro, como muchos de vosotros, y tendré nuevas aventuras que relatar, todas ellas ficticias, aunque inspiradas en mucha gente buena que habré de conocer, y también estoy ilusionado porque podré volver a colgar mis textos aquí. Espero que entonces... ningún compañero se dedique a proferirme amenazas de muerte a modo de comentarios anónimos.

Pido perdón a todos aquellos que esperaran mis columnas y que, durante tantas semanas, se hayan sentido decepcionados por la prolongada carestía. ¡Aquí están! Y, cómo no, pronto estaremos de vuelta para tratar, cómo no, de cambiar el mundo.

Un abrazo a todos y tened un buen verano. ¡Nos vemos en septiembre!