miércoles, 4 de agosto de 2010

Plan de cetro

No sé qué tiene el poder que engancha tanto. No sé qué tiene el poder que engaña tanto. He visto a hombres vender a sus compañeros por un puñado de horas, por un horario tranquilo, por un cargo o un saco de monedas. Siempre se les critica, pero cuando llegan, se convierten en una versión atroz de lo que ellos mismos criticaron antes. Hablo de los cargos directivos y de todos aquellos que los ambicionan. Los que llegan, se manchan las manos, por supuesto. Convierten el instituto en suyo y el “plan de centro” en “plan de cetro”. Si no estáis conmigo, estaréis contra mí. Y la educación, los niños, las ansias por cambiar el mundo… ¿dónde las dejamos?

Me acuerdo de todo esto a colación de la novedad legislativa que se está presentando. La gracia está en que la Junta de Andalucía da más poder a los directores y jefes de estudios (los secretarios casi nunca pintan nada, salvo honrosas excepciones, así que para ellos esto no cuenta demasiado). ¿Aún más poder? A alguien se le olvida que los que acceden a estos puestos situados en la cúspide poseen una oposición, como mucho, igual a la mía. Y no más estudios (como mucho, igual). No es un concurso de méritos. No es una carrera democrática. Es una carrera de obstáculos donde has de sortear las zanjas y montañas de roña que te dejó el antecesor. O sea, es como la política… pero sin elecciones. Todo lo demás, para llegar dentro, es igual. La parte mala, digo. ¿Acaso alguien se cree que llegan a la directiva los más preparados o los que gozan de un mejor proyecto?

Y ahora me cuentan, o nos cuentan, que nos van a fiscalizar desde dentro. Tendrán un mayor poder sobre nuestras licencias, sobre los cargos y jefaturas. Podrán amenazar, convencer y coaccionar. Podrán hacer lo que han hecho siempre muchos (que no se me ofendan los honrados, pues no hablo de ellos), pero con mayor impunidad y contundencia. A la administración les bastará con apretarles las clavijas a ellos y nuestros jefes nos harán lo mismo a nosotros. Yo pensaba, cuando era alumno, que los profesores son seres que transmiten lo que saben, que tienen una autonomía inexpugnable donde nadie se mete (donde nadie te coacciona para cambiar una nota). Pero no. Cada vez menos. Más poder para los que ya tiene más poder de la cuenta. ¿Y quién manda sobre ellos? Nadie me ha explicado cómo se derroca a un mal director… y llevo ya cuatro años buscando la respuesta.

He leído que el consejo escolar pierde transcendencia con esta novedad legislativa. ¿Acaso alguna vez lo tuvo? Llevo ya muchas reuniones y nunca vi nada que fuera más allá del lavado de imagen. Se pinta bonita la realidad y los padres asienten. Y si los padres no asienten, ¿acaso importa? Si algún padre, perteneciente a algún consejo escolar, lee estas palabras, que se plantee si algo de lo que ha dicho o hecho en esa cámara ha servido para algo. Para desahogarse, puede. Para mejorar el funcionamiento del centro, ni mijita. Son los directores y los jefes de estudio los que mandan. Lo cual, que conste, no me parece mal. Pero cuando ya de por sí es injusto el modo de acceso, pues se perpetúan en exceso en el cargo, pues cierta meritocracia barata hace que nadie nuevo pueda acceder con garantías, lo último que me quedaba por oír es que, a partir de ahora vayan a tener un control mayor, a costa del resto de estamentos: sobre los horarios, sobre los recursos, sobre las sustituciones (decidirán cuáles se cubren y cuáles no) y si se ponen hasta de nuestras almas.

Será un “plan de cetro”. Los que trabajan en educación ya sabían todo lo que he contado hoy. Eso sí, el hallazgo expresivo sí me lo apunto. La nueva normativa hace que los centros estén regulados por un “plan de cetro” y ante eso todos deberíamos plantarnos. Yo ordeno. Tú, obedeces. Y si no te gusta, te meto el BOJA por alguno de los ojos. Y aquí mando yo, porque lo digo yo. Porque por algo fui tocado por el divino derecho. Eso sí, que a nadie se le ocurra decir que no hay libertad para expresarse o discrepar. Aquí es siempre todo muy cívico y ético.